Las noticias son fuentes inagotables para ejercer el periodismo de opinión. El Ecuador de hoy tiene, por supuesto, buenas noticias –como el triunfo de Carapaz en Japón, fruto de su esfuerzo individual-, pero las malas noticias abundan. Por ello, si bien soy propositivo en el análisis –el titular es un ejemplo- no es menos cierto que como investigador debo partir de los problemas para intentar un discurso diferente y razonable.
Nadie discute la “avalancha” de problemas que se ciernen sobre el Ecuador, ahora amplificado por la pandemia, que reveló el modelo de sociedad que hemos creado. Jorge Enrique Adoum habló del “país amargo”, con “señas particulares”; Oswaldo Hurtado, recordó “las costumbres de los ecuatorianos”; Juan Valdano Morejón, en “Identidad y formas de lo ecuatoriano” y “La nación presentida” reflejó las selvas y otros demonios; Rafael Quintero y Erika Silva en “El Ecuador, una nación en ciernes”, describieron la viacrucis del país, y otros escritores que debelaron el Ecuador profundo, la impronta de nuestro querido “país de Manuelito” que describió con sabiduría Alfonso Barrera Valverde.
Juan Palomino Muñoz decía que hay “noticias que claman al cielo”. El Ecuador amanece casi todos los días con alijos de droga que por toneladas captura la Policía; trámites legales que no caminan por la enmarañada judicial; masacres recurrentes en las cárceles de varias ciudades; declaraciones del contralor, preso, y varios acusados que crearon un sistema –no para defender los dineros de los ecuatorianos- sino para desvanecer las glosas de operadoras telefónicas y empresas petroleras, a cambio de sobornos; sobreprecios en insumos de salud, en tiempos de pandemia; aprobación de leyes como la de educación sin financiamiento; irregularidades en el municipio de Quito, que terminaron las funciones del burgomaestre; legisladora que pontifica al decir que “roben, pero roben bien”; el aumento de feminicidios y, en general, la inseguridad que se vive en plazas y avenidas donde el micro tráfico se ha naturalizado. Este hermoso país de maravillas visto por los extranjeros y las agencias de turismo, tiene también sus anti maravillas que retratan lo que, supuestamente, somos, pero no hacemos nada o muy poco para remediarlas. ¡Porque la impunidad reina en este paraíso ecuatorial!
La etiología es variopinta. Están en las raíces, y para muchos en el tipo de educación que reproduce y amplifica en ciertos medios, como la televisión, donde se hacen apologías de los imperios de la droga, el crimen y la violencia. ¿Funciona realmente la autorregulación?
No caben soluciones parches. Es necesario un nuevo pacto social, económico, fiscal, educativo y político en el que nadie se quede fuera. Ecuador es un país de gente buena y capaz de reaccionar con más democracia real y participativa. En este contexto, la educación debe dar el gran salto y romper la permisividad, la anomia, la indiferencia y la complicidad, donde el estado de derecho se convierta en un auténtico estado de deberes y responsabilidades.