En tiempos remotos el debate en torno a la política era considerado como un asunto de élites, en donde solo unos pocos estaban en condiciones de opinar y participar. Los escenarios relacionados con los poderes del Estado eran lugares alejados a la cultura popular. Actualmente (previo a la pandemia), la política es un ámbito que se discute en bares, plazas, peluquerías o escenarios deportivos.
La política pop, concepto desarrollado por el académico italiano Gianpietro Mazzoleni, ha permitido que la ciudadanía se acerque a temas que antes estaban reservados para grupos específicos. Este nuevo escenario, según Mazzoleni, está dado a través de una representación mediática de la política, la cual no solo hace referencia a la maquinaria informativa, sino que también es una actividad cercana a la industria del entretenimiento.
Los medios de comunicación descubrieron décadas atrás que los hechos en torno a la política incrementa su nivel audiencia; los políticos por su parte, saben también que pueden tener acceso a grandes públicos si se adaptan a las condiciones del espectáculo mediático. Se establece así un ‘matrimonio’ entre la política y la cultura popular, a través de medios como la televisión y las redes sociales que en los últimos años han calado con fuerza en la vida de los ciudadanos.
Eso explica quizá las particulares apariciones de algunos candidatos que en los últimos días se han enfocado en desarrollar acciones y discursos con bajo contenido argumental y que buscan más bien llamar la atención de los electores, sin importar si ello les genera o no críticas de varios sectores.
Las dificultades para consolidar una candidatura sólida que aglutine a varios sectores de la sociedad, han llevado a que los candidatos desarrollen una política enfocada más en el entretenimiento de las masas que en debatir sobre los verdaderos problemas del país.
Hoy los aspirantes a Carondelet hacen campaña sobre ruedas, practican deporte, son buenos para el yoga, andan en motocicleta (algunos se accidentan), son juveniles, invitan a la gente a tomarse una cervecita por ser viernes, pues el cuerpo lo sabe; inscriben su candidatura en patineta y crean lindos videos en malecones renovados. Todo ello con la finalidad de convencer a una sociedad que se encuentra dividida, indiferente, golpeada por la crisis y sobre todo hastiada de la corrupción.
La carrera presidencial se ha puesto en marcha en medio de una pandemia que no ha terminado, sin embargo ya se ven recorridos de campaña que vulneran las medidas de seguridad ordenadas por las autoridades. El distanciamiento y el uso de mascarillas ha pasado a un segundo plano; algunos incluso han acudido a eventos masivos fuera del país, con la finalidad de mostrar respaldos a sus candidaturas y hacer circular una que otra imagen para sus fans.
Mientras los candidatos avanzan en sus campañas impulsando esta política del entretenimiento, parte de la ciudadanía sigue viendo con muchas dudas e indiferencia el proceso electoral. (O)