Durante los últimos meses, la información en el mundo ha girado en torno a un tema en particular, el covid-19. Y es que la evolución de esta pandemia, no solo ha provocado miles de muertes e inestabilidad económica, sino que también ha generado una incertidumbre informativa que ha incrementado el malestar en la población.
El término asociado a ese estado de desasosiego es el que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha denominado como “infodemia” y que hace referencia al gran volumen de información sobre el covid-19, así como a la incertidumbre, la baja calidad o la falsedad del material que circula a través de distintos canales informativos.
Esta saturación de información se debe en parte, al nerviosismo generado por la difusión de noticias no verificadas en tiempos de crisis y que ha sido reforzada por rumores que circulan en torno a la existencia de productos curativos, riesgos de contagio, teorías conspirativas y que en escenarios de incertidumbre cobran mayor fuerza en la ciudadanía.
Si bien la información que ofrece la OMS aparece en primera línea en las búsquedas que se realizan sobre la enfermedad, la incidencia de las redes sociales es mayor cuando de propagación se trata. Ello permite que noticias que llamen la atención de la población, sean compartidas y tengan mayor alcance que la información oficial y sin que exista una adecuada verificación de por medio.
A pesar del material de apoyo generado por parte de la OMS, medios internacionales y algunos gobiernos, para que la ciudadanía maneje adecuadamente la información que se difunde en redes sociales, los riesgos a los que se enfrentan usuarios que navegan en internet se mantienen niveles alarmantes.
En Latinoamérica, los esfuerzos realizados por instituciones que trabajan para la reducción de difusión de noticias falsas, continúa siendo un reto cuesta arriba. Varios estudios realizados (Kaspersky y CORPA), demuestran que aproximadamente un 70% de latinoamericanos no sabe cómo detectar una noticia falsa, lo cual vuelve crucial el desarrollo de campañas de educación a la ciudadanía en el manejo de noticias.
Preocupan en ese sentido los anuncios realizados por algunos gobernantes, que con la finalidad de beneficiar intereses políticos e ideológicos han minimizado esta problemática.
Por otro lado, la zozobra generada en torno a la circulación de información no verificada, también es una responsabilidad que la ciudadanía debe asumirla con compromiso. El apoyo que expertos y autoridades tengan de la sociedad para enfrentar esta pandemia, será determinante para evitar que la crisis genere escenarios más duros.
Ecuador ha tenido muchos tropiezos en la gestión de la crisis por el covid-19 y obviamente tiene mucho trabajo por hacer en ese ámbito, pues la 'pandemia' de desinformación que amenaza a nuestro se está volviendo más peligrosa que la propia pandemia. (O)