En Ecuador, como en la mayoría de los países de la región, la incursión de las mujeres en los espacios de la vida pública ha sido gradual, llena de obstáculos, y en ocasiones violenta.
A inicios del siglo pasado era una consideración extendida y hegemónica el que las mujeres no debían salir de sus casas, que ese era el lugar natural de las mujeres y que violar esta norma transgredía incluso el plano moral. Los hombres, por el contrario, han sido formados desde siempre para ser proveedores, para salir de sus casas a buscar el sustento de sus familias. A las mujeres se les ha asignado las tareas de cuidado y el trabajo doméstico no remunerado. Esto las ha construido en el rol de seres dependientes y se ha dado en todos los ámbitos: en la religión, en las estructuras familiares, económicas, culturales, políticas y de poder
Mucho se ha avanzado en los últimos años en lo referente a la inserción de las mujeres en el ámbito laboral, sin embargo, todavía persiste la idea de que las mujeres deberían quedarse trabajando en sus casas. Solo el 26,4% de las 3,3 millones de mujeres que son la parte de la población económicamente activa de Ecuador tiene un empleo pleno. La fuente de este dato es de la Última Encuesta Nacional de Empleo, Desempleo y Subempleo del INEC de octubre de 2020.
Ahora bien, el hecho de que la mujer haya entrado a formar parte y participar más activamente de los espacios laborales que antes estaban reservado solo para hombres, ha dado como resultado más casos de violencia de género en el trabajo. Y no todo es violencia física, o violencia expresamente sexual. Lo más común es esa violencia solapada que se da en el comentario que quiere ser chistoso, que niega la desigualdad que sufren las mujeres, que las descalifican, que usan la broma sexual torpe, pero aparentemente inofensiva, o las opiniones no solicitadas sobre el aspecto físico disfrazado de galantería.
En el año 2020 El Ministro de Trabajo Andrés Isch expidió el Protocolo de Prevención y Atención de Casos de Discriminación Laboral y/o toda Forma de Violencia contra la Mujer en los Espacios de Trabajo. Este manual, que es para todas las instituciones y entidades del sector público y privado, es una herramienta necesaria para visibilizar el fenómeno de la violencia de género en espacios de trabajo. Sin embargo, la realidad es que no en todas las empresas se ha tomado en serio lo que dispone este protocolo porque supone un esfuerzo, significa no solo que los hombres deban renunciar a privilegios adquiridos, si no también que la sociedad haga una auto crítica profunda y se cuestione hábitos y creencias muy arraigadas.
Aceptar a las mujeres como sujetos en igualdad de condiciones, como interlocutoras, como ciudadanas, como compañeras de trabajo, colegas e incluso, a veces, jefas, no es tarea fácil para los hombres. La igualdad es un reto masculino.
Pero es necesario hacerlo, es necesario desaprender conductas machistas, trabajar para que el mundo en general y los espacios laborales en particular sean cada vez más inclusivos porque el resultado es bienestar para todos, para todas.