La inmortalidad hacia atrás
De los varios objetos de la casa –está el gallo de colores comprado en Pujilí- dos se destacan. El uno, es el Quijote, ilustrado por Doré y que está algo desvencijado, y el otro es un librito de una pulgada y media, de pequeñas frases de la Nueva Crónica y Buen Gobierno, de Guamán Poma de Ayala, editado por los Libros Más Pequeños del Mundo, una creativa empresa de Lima, Perú, quienes también han publicado las desventuras del Caballero de la Triste Figura, enamorado de Dulcinea y que se volvió loco leyendo libros de caballería.
Las dos obras cuentan con ilustraciones maravillosas, que pertenece a dos mundos distintos. Si por un lado tenemos a un Alonso Quijano iluminado frente a los molinos de viento, junto a su escudero Sancho, por el otro está la denuncia de un cronista nativo ante la decapitación de Túpac Amaru. Los dos escritos son una crítica al poder y están narrados desde las propias penurias de la cárcel o del exilio en su propia tierra, en un formato –merced al alfabeto- que llevó a decir a Borges que el libro es una de las más singulares invenciones humanas: “Emerson dice que una biblioteca es una especie de gabinete mágico. En ese gabinete están encantados los mejores espíritus de la humanidad, pero esperan nuestra palabra para salir de su mudez. Tenemos que abrir el libro, entonces ellos despiertan”.
Carl Sagan creía que estos objetos rompe las ataduras del tiempo: “Un libro se hace a partir de un árbol. Es un conjunto de partes planas y flexibles (llamadas todavía “hojas”) impresas con signos de pigmentación oscura. Basta echarle un vistazo para oír la voz de otra persona que quizás murió hace miles de años. El autor habla a través de los milenios de modo claro y silencioso dentro de nuestra cabeza, directamente a nosotros”.
Umberto Eco también lo dijo: “Quien no lee, a los 70 años habrá vivido una sola vida, ¡la propia! Quien lee habrá vivido 5000 años: estaba cuando Caín mató a Abel, cuando Renzo se casó con Lucía, cuando Leopardi admiraba el infinito... Porque la lectura es la inmortalidad hacia atrás”. De hecho, el Quijote sigue cabalgando tras 415 años.