De nuevo estamos en período de campaña electoral, por lo que es necesario que el ciudadano antes de decidir su voto analice una serie de elementos relacionados con los candidatos y lo que estos representan en el contexto de la realidad del votante y del país. Sin embargo, es infrecuente que los electores voten cerebralmente antes que emocionalmente, con criterios objetivos que den cuenta de elevado civismo y cultura política; tampoco es usual evidenciar un permanente ejercicio de memoria colectiva para escindir la paja del trigo en materia política y no repetir macabras historias ya conocidas. Por todo ello, planteo algunos puntos a manera de un decálogo del votante, de tal forma que la decisión en las urnas impulse cambios reales. Este no es un manual para votar, pero sí un listado de mínimos que una ciudadanía comprometida cívicamente puede exigir:
1. Origen y trayectoria: Para evitar los típicos “outsider” y conocer si la postulación obedece no a la voluntad del dueño del partido o movimiento, sino a méritos y a un proceso democrático y transparente que ha valorado las cualidades, camino recorrido, ejecutorias y compromiso del ungido con valores, principios y propósitos ampliamente compartidos, para pretender representar a miles de voluntades sedientas de cambios. Debe importar, sobre todo, una trayectoria limpia del candidato, que le haya permitido edificar una imagen respetable en el espacio social. La condición de candidato es honrosa, por lo que nunca debe recaer en quienes antes ya han defraudado al pueblo soberano.
2. Círculo de apoyo: Cuando a lo largo y ancho del mundo se evidencian cada vez más entramados de corrupción entre la política y el narcotráfico y la delincuencia organizada, surge vital conocer qué grupos o personajes constituyen la red de seguridad e impulso del candidato, de esta manera se podría conocer las visiones o proyecciones que lo condicionan incluso antes de lograr el apoyo popular, y es más, se sabría sobre el financiamiento de la campaña y acerca de los verdaderos intereses de las fuerzas políticas que lo acompañan.
3. Cualidades: El votante también debe valorar ciertos rasgos y atributos constantes que son propios o distintivos y pertenecen a la esencia de la persona-candidato; son las características individuales positivas, como la bondad, sinceridad, transparencia, sensibilidad, carácter.
4. Formación: Este tema suele ser polémico porque se aduce con frecuencia que el candidato, aunque carezca de formación, solo necesita apoyo popular, y que, no hay predestinados para gobernar solo por el hecho de haber tenido la oportunidad o, incluso la suerte, de estudiar o de formarse. A pesar de ello, es indiscutible que para gobernar se debe contar con las personas más preparadas, aunque esto último penosamente en algunos casos no ha garantizado nada.
5. Aptitud: El votante debe analizar si el candidato posee una serie de habilidades naturales o de capacidades para realizar una determinada actividad, función o servicio; se trata también de contar con conocimientos para desenvolverse con solvencia en un ámbito determinado. Este punto es trascendente si recordamos que gobernar y manejar la cosa pública no es cuestión nimia ni sencilla, puesto que casi siempre estarán en juego los intereses y derechos de multitudes.
6. Lealtad: El candidato debe ser alguien de reconocida lealtad con los conciudadanos, su partido o movimiento político, su grupo de apoyo, leal con la Constitución y la ley y las obligaciones que de ellas se desprenden, con la democracia y consigo mismo, puesto que esto tiene un ligamen fundamental con los preceptos morales. Si el votante no dimensiona y confirma este atributo fundamental, muy posiblemente votará por alguien que más pronto que tarde lo traicionará pisoteando la ley y abusando del poder.
7. Conoce la realidad: Un candidato fabricado ad-hoc nunca podrá actuar sobre su propio conocimiento de la realidad en la que pretende incidir con su accionar. El conocimiento de la realidad denota una sintonía y preocupación genuina por empaparse a detalle de la situación de las necesidades y demandas de la población en un determinado contexto temporal y geográfico. Quien no conoce la realidad no puede actuar sobre ella, con lo cual puede el fracaso de la gestión puede estar garantizado.
8. Plan de trabajo: Precisamente, el conocimiento de la realidad más las aptitudes permitirán al candidato contar con una visión clara para definir los ejes de su propuesta electoral, que servirán para atender sinnúmero de carencias sentidas por la colectividad; debe tratarse de un plan de trabajo sin demagogia, realista y dimensionado en términos de recursos humanos, económicos y logísticos, de tal forma que sea viable, con lo cual las probabilidades de cambiar la realidad se incrementan.
9. Equipo de trabajo: Mucho del éxito del candidato de ser favorecido con el voto del soberano dependerá del equipo de colaboradores que conforme; este elemento es relevante porque su gente de confianza normalmente es brazo ejecutor de las decisiones, además, ese equipo suele ser el que asesora, advierte y traslada su propia lectura de la realidad -a veces sesgada, corta o incluso errada-, al personaje principal, de allí el peso que puede llegar a tener en la gestión. El equipo de trabajo debe descartar a los típicos pipones, e intensificar la colaboración de gente de gran preparación, conocimiento y empatía con los ciudadanos.
10. Pensamiento progresista: Más allá de la ideología política que profese el candidato, el votante evaluará el pensamiento de aquel, que deberá estar conectado con la época, y siempre libre delvenenoso sectarismo; el candidato debe identificarse genuinamente con una posición democrática antes que autoritaria, incluyente antes que segregacionista o discriminatoria, por la justicia social y las grandes preocupaciones globales, de tal forma que tenga los elementos suficientes que le permitirán calibrar adecuadamente el ejercicio del poder con una visión renovada de la vida pública, colocando en el centro a la colectividad y sus integrantes.
Los puntos de este decálogo pueden ser tomados como una especie de mandamiento de ética y conducta ciudadana por el futuro inmediato en un horizonte de bienestar general, también pueden servir como guías para decidir en situaciones en las cuales el voto popular en un proceso electoral involucra una dimensión personal, pero inevitablemente también una colectiva.