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El Telégrafo
César Paz-y-Miño

Ciencia versus opinión

01 de abril de 2017

La política ecuatoriana se ha reducido, en mucho, a discusiones alejadas de la esencia del manejo de un país, esto es, de los aspectos científicos. Los planes deberían ser construidos científicamente para resolver los problemas concretos. Muchas propuestas, discusiones e inclinaciones electorales parten de la opinión de las personas en general o de ‘expertos’.

Epistemológicamente, debemos desentrañar las diferencias entre el argumento científico y la opinión. La ciencia explica y conoce los fenómenos a través del método: observación detallada, sistematizada y razonada, contrastación, experimentación y conclusiones generales o leyes. La verdad que descubre la ciencia es tal, hasta que nuevas evidencias la contradigan. La ciencia no acepta conceptos o verdades absolutas, de ahí su dinámica y transformación. Frente a la ciencia está la opinión, que es un juicio o valoración formada por una persona o grupo, respecto de algo o de alguien. En la opinión no hay método. La opinión se expande y crece fuera de la ciencia. Tenemos opiniones contrarias más o menos fundamentadas, pero pueden ser engañosas. La opinión es de alguien, la ciencia es de todos.

La ciencia describe la naturaleza o la sociedad, con la lógica del empirismo racional y con pruebas. La ley de la gravedad nos involucra a todos, pero no podemos tener una opinión sobre esta ley, pues existe fuera de nosotros. Opinamos sobre los transgénicos, la teoría de la evolución o la economía, y olvidamos que son realidades surgidas de la ciencia, incluso tenemos posiciones irreconciliables. “Opino que no hay que salir de la dolarización”, y argumento las consecuencias con más o menos bases.

Indudablemente se opina desde una posición, casi siempre política, ideológica, religiosa y poco científica. La ciencia maneja verdades objetivas. La opinión, en cuanto surge de una idea sobre la verdad, normalmente es imprecisa, por ser subjetiva. La diferencia entre opinión y conocimiento científico es que quien opina considera que puede ser de otro modo a lo que el científico sabe que no puede ser de otro modo. Desde esta perspectiva podríamos decir que la opinión piensa mal, no piensa, trasmite necesidades y se aleja de la realidad.

Pensar científicamente nos incita a tener opinión sobre lo investigado. No deberíamos opinar de lo que no sabemos. Tenemos derecho a opinar, pero esto tendrá validez si se fundamenta en los datos que arroja la ciencia. La opinión por sí sola no puede ser la que comande el destino de un pueblo, sería devastador. La opinión no es mala, solo que no es ciencia. (O)

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