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El Telégrafo
Juan Carlos Morales

Bajo la mirada de la Medusa

24 de septiembre de 2020

“Dales la vuelta,  / cógelas del rabo (chillen, putas),  / azótalas,  / dales azúcar en la boca a las rejegas…”, escribió Octavio Paz en el poema Las palabras. Ese gallo galante es el siempre cambiante orbe de la literatura. Una premonición ya advertida en el siglo XIX por Enrique González Suárez en su soneto crítico a los excesos y preciosismo del modernismo que aleteaba en su decadencia: “Tuércele el cuello al cisne de engañoso plumaje / que da su nota blanca al azul de la fuente;  / él pasea su gracia no más, pero no siente  / el alma de las cosas ni la voz del paisaje”.

La poesía que llegaba desde allende el mar se había convertido en un traje con un corsé demasiado almidonado a quien la ráfaga de Rubén Darío provocó una tormenta. Nada sería igual. Cada cierto tiempo, es necesario arrojar el lastre con que se construyen las narrativas pero sin perder la sustancia. Así lo advertía Ítalo Calvino en sus “Seis propuestas para el próximo milenio”, de finales del XX, donde señalaba que su propósito era quitar peso a la estructura del relato y del lenguaje:

“En ciertos momentos me parecía que el mundo se iba volviendo de piedra: una lenta petrificación, más o menos avanzada según las personas y los lugares, pero de la que no se salvaba ningún aspecto de la vida. Era como si nadie pudiera esquivar la mirada inexorable de la Medusa. El único héroe capaz de cortar la cabeza de la Medusa es Perseo, que vuela con sus sandalias aladas: Perseo, que no mira el rostro de la Gorgona sino sólo a su imagen reflejada en el escudo de bronce”.

Tal vez en este momento de vértigo sea preciso crear otras formas de nombrar a las cosas. Calvino soñaba con cosmogonías, sagas y epopeyas encerradas en las dimensiones de un epigrama, algo que los poetas nipones del haiku lo hicieron en el siglo XVIII. Kobayashi Issa lo dijo: “De no estar tú / demasiado grande / sería el bosque”.  Es que las sagas no necesariamente deberían hablar de las oscuras batallas, sino de las gestas de los poetas cantando a la luna. (O)

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