Para el libro Los dioses mágicos del Amazonas, que escribí hace algunos años, tenía como epígrafe tentativo una frase de Borges: “He visto una cosa grande en el cielo, me dicen que es la luna. Pero qué puedo hacer con una palabra y con una mitología. Los árboles me dan miedo, son tan hermosos”. Y esto, porque aún desconocemos la profunda sabiduría de los pueblos originarios.
Obviamente, en muchas ocasiones, el sistema educativo se ha encargado de poner una mirada eurocentrista prestada y así alentar un racismo sistémico. Así una frase lapidaria de Judith Carrión Cabrera, Educación Ambiental, (Perspectivas para el año 2000) pp. 185. Universidad Técnica Particular de Loja, 1995, lo revela todo: “Los tradicionales aucas sanguinarios y salvajes se autodenominan huaoranis, que son pueblos ya civilizados. Tan civilizados que poseen ejércitos: el de los iwias y los arutan”. Con miradas así, no vamos a ningún lado y es probable que el texto aún esté en manos de los estudiantes.
En verdad, debería ser un deber ciudadano leer en la secundaria el libro Salvajes, civilizados y civilizadores, con un subtítulo: La Amazonía ecuatoriana, el espacio de las ilusiones, de Patricio Trujillo Montalvo, Abya-Yala, 2001. El autor dice que en apenas 30 años, la región ha sufrido cambios dramáticos. “Ha sido imaginada como una zona olvidada, invisible, inhabitada desde la perspectiva del estado, luego el más importante fuente de recursos naturales, en la gran botica y pulmón del mundo. Actualmente es uno de los principales referentes de identidad india, base de la nueva configuración étnica de Ecuador”.
El investigador afirma que estas transformaciones drásticas, debido principalmente a la explotación petrolera y también a la integración al mercado global, causaron problemas que, obviamente, el país no ha logrado mirar: migración, marginalidad, estigmatización, falta de servicios, pobreza, violencia, desesperanza y mesianismos. La labor más importante, entonces, es trabajar en esta región milenaria pero no desde enfoques neo colonizadores, sino de diálogo mutuo. En eso, la editorial Abya-Yala tiene un gran camino, hay que apoyarla.