Abierta la temporada de galardones, no me pierdo una ceremonia. Anoche junté todas mis ganas de ver un buen evento y prendí el televisor para ver la entrega de los premios Grammy.

Siendo fiel a mis principios rockeros, moví la cabeza y salté de la cama para cantar a grito destemplado ‘Highway to hell,’ de AC/DC, buen y gran número de apertura de la gala que normalmente es muy seria como para ver a Angus Young pataleando con su guitarra, aunque todos estén prácticamente en la tercera edad y cerca de los noventa minutos del partido de sus vidas, aunque estaba la tocada un ‘pelín’ lenta, no importó. Pensar que ese show era un homenaje para Malcolm (quien está enfermo y es el hermano de Angus) valió la pena.

Emocionante comienzo para un evento más bien sobrio, con presentaciones adustas, minimalistas, austeras, marcando una línea clara y fuerte de lo que ha sido otros años.

Aunque Madonna hizo lo suyo, fue el otro show que se puede decir show, porque verla ahí tan regia casi con 60 años (ya tiene 56), nos hace pensar en las señoras que están haciendo bailoterapia en los parques y no entender cómo lo logra. Aunque fue criticada porque realizó playback, algo muy normal en algunas premiaciones, sobre todo con intérpretes  que hacen coreografías.

Pero no importa, Madonna no es parte del pop. Ella es el pop... y punto aparte.

Estaba cantado que el ganador de la noche sería Sam Smith, vengo siguiendo todo el año pasado su asombroso ascenso y ese enamoramiento, sobrevalorado por momentos, que sufre la industria con él, aunque mi favorito era Ed Sheeran, aunque -entre los dos- más vitamina encuentro en Sia y su ‘Chandelier’.

Me pasa mucho que actualmente no encuentro energía en ninguno de los géneros musicales, tal vez por eso es que la música electrónica ha ganado tanto espacio ahora y es un nuevo Woodstock ir a ver un DJ, algo fuera del entendimiento en otros tiempos.

Es como que a todos estos pelados de ahora les falta una ‘papa más al caldo’, como que andan bajos de avena Quaker o algo así. Y eso se evidencia cuando la categoría Mejor Álbum de Rock del Año la gana Beck -aunque no es ningún artista nuevecito, tiene 44 años, delata un poco en qué onda están las academias- y su Morning Phase, un disco definitivamente de culto, pero muy ‘underground’, un trabajo de atmósferas y ambientes, continuación de su disco anterior y que recibe aplausos porque el mejor alumno de David Bowie ha grabado toda la música él mismo.

Loable y hasta venerable, Beck es una marca y un sobreviviente de una industria a la que nunca le ha doblado su rodilla para hacer las cosas como exige el mercado. Todo bien, ¿pero rock? No señor, lo siento, pero eso no es rock.

Fue bueno ver a Tom Jones cantando y en forma, a sus 74 años; a Annie Lennox, poderosa y apasionada como siempre; emocionante ver a un octogenario Tony Bennett junto a Lady Gaga en lo que puedo decir la presentación más bonita y pintera de la noche, junto con la recreación del video ‘Chandelier’ por una Sia cantando de espaldas; y el trío de Sir Paul con Rihanna y Kanye West, aunque este último tiene el carisma de un pelo en la comida.