Todo el mundo parecería que tuviera una receta para llevar la vida del otro, ¿pero cuánto condimento y especias faltan para preparar la sopa de la mesa propia? Puertas adentro somos el espejo de todo lo que no nos gusta y al rechazar nos rechazamos, muchas veces lo malo del resto es solo una proyección de lo peor que somos, nuestro guiso está insípido o muy salado y no hay ají ni limón que lo mejore.

Es justo ahí cuando estamos al punto del desmayo por faltas de vitamina que deberíamos emprender, aprender y comprender un plan de rescate de nuestra sazón particular, para que al probarnos nos sepa bien desde las cosas que hablamos hasta las que dejamos de hablar.

La receta del éxito no es sencilla, pero es posible, si es que te pones metas próximas y reales y comienzas a cocinar con calma, debes intentarlo siempre sin rendirte, con pausa y fracasando, el mejor amigo del triunfo es la derrota, la suma de ellas te vuelve un experto en lo que hay que corregir.

La receta de la felicidad: para algunos, es la familia, para otros estar solo y ser libres, para ambos la calma, el no tener a quien deberle nada, ni económica, ni moral ni culturalmente, el banquete del conocimiento puede ser muy apetitoso y abrir un mundo de manjares cuyos nutrientes serán asimilados para siempre.

La receta de la sabiduría: puede que la fórmula ideal de esta pócima sea conocer el pasado para entender el presente y proyectarse al futuro; a lo mejor depende del arte de terminar de comprender el uso de los medios y ahorrarse la poderosa fuerza fuera de borda de las pasiones básicas gritándole al televisor o arrugando el periódico, hurgando menos dentro del mecanismo del un celular tratando de encontrarle el alma y el corazón de lo que luce como una adicción a leguas; mejor es llenar crucigramas, atropellar palabras cruzadas, desarmar paciencias armando rompecabezas y tomarse toda la sopa de letras.

La receta de la salud: amor y control, como dice la canción, todo en exceso es malo, y algunas cosas hasta en austeridad, de lo que ya se sabe que es malo mejor es no saber, de lo que ya está probado que hace daño mejor es no probar y, claro, onzas y gramos de playa y sierra, litros de mar y kilos de naturaleza, espolvoreados con deporte y con una copa de vino para celebrar, una y no diaria.

La receta del amor: tener un sueño, mantener una ilusión, un buen baño con agua caliente unas veces y otras con agua fría, acompañados los dos; ir al cine siempre, aunque sea solo; reír en grande, llorar de adioses, enviar flores, besar muchas primeras veces y olvidar adrede lo que se odia, porque indigesta.