Abrí una gaveta vieja y aparecieron de repente, como si fueran 15 genios de una botella, 15 discos viejos, vinilos, de esos grandes, metidos en forros de cartón con portada y contraportada, tan polvorientos que al soplarlos se hacían pequeñas nubes de humo que al disiparse alumbraron recuerdos.

El plato negro grande, brillante, con ranuras como autopistas por las que viaja la aguja que nos regala ese sonido de tierrita o cachito antes de que salga una música más fiel que cualquier esposa, más poderosa que cualquier ejército.

Reviso los títulos y aparecen pintados el Diablo, la Estrella, el Espacial y el Gato, cuento con dos de KISS (que vendrá por primera vez a Ecuador en abril). Los que tengo son ‘Creatures of the Night’ y ‘Dinasty’, brilla una máscara de metal y me guiña el ojo Quiet Riot con ‘Metal Health’, se me sale una lágrima de la alegría cuando se me estrella contra la frente la carátula del ‘Frampton comes alive’.

Y luego me muero de risa cuando unos colores chillones provenientes de los sobretodos mojados de unos niños con paraguas saltan haciendo unos pasos chistosos y me doy cuenta de que es el disco ‘Por amor’, de Menudo, al que seguramente el ‘Somewhere in time’, de Iron Maiden, les estaba haciendo bullying hasta que salieron en su ayuda ‘Las aventuras de Enrique y Ana’ y ‘El mundo mágico de Parchís’, pero los pepudos de Manowar dicen ‘Hail to England’ y agarran la bandera del metal solo para salir corriendo cuando el disco de ‘Titanes en el ring’ con el sello de COMO LO VIO EN TELEVISIÓN los enfrenta con La Momia y Martin Karadagian a la cabeza.

Soy un niño de nuevo, rodeado de historias, aventuras, conciertos, saltos, corre-corre, abrazos, besos, primeras veces de todas las veces primeras, fiestas con bola de espejo alquilada con el discjockey que ponía el de BeeGees, ‘Saturday Night Fever’ y el de ‘Grease’ con John Travolta con más cara de caballo que nunca y cuando la cosa se ponía seria le pasaban el del filme ‘The Blues Brothers’ y todos repetían lo que decía el señor Elwood J. Blues y hacían los pasos de su hermano Jake. Lindos tiempos de calor, lluvias, veranos fríos y tardes en las que a las 5 se olía el pan calientito recién hecho y el sol cuando se despedía de la cuadra pintaba la avenida con arañas de sombras y formas complicadas entre las que se da la manera de lastimar con algún último destello las retinas que contemplan con paciente espasmo como desaparece el astro rey como yema de huevo que se sumerge en el agua; antes había tiempo de hacerlo, hoy supongo hay una app en el smartphone para ver la caída. Hasta la salsa sabía diferente en vinil, era más cachonda, más apretada, mientras que el merengue se lo saboreaba con la lengua apretada al paladar, sacándole el jugo a cada paso antes de cambiar a la cumbia, donde ya se sudaba el ron, los ojos estaban rojos y los besos se daban con lengua del humo de cigarrillo.

Por suerte, el equipo de sonido, sirve todavía. Así que agarro uno de nuestro Rockstar local, Jinsop que me tienta con sus campos verdes y sus otros covers de The Animals y siento que esta máquina del tiempo me lleva directo a añorar hasta lo que nunca he vivido.