¿Celebrar Halloween? ¿Y para qué? ¿Para llenar los centros comerciales con niños que duran en la casa quince segundos bien disfrazados y que luego son arrastrados sudaditos mientras lloran y patalean con generosas cantidades de moco y baba, dejando partes del traje carísimo por el piso del mall en cada metro que avanzan tomados de la mano de su mamá, quien sonríe como si estuviera en el video de Black Hole Sun? ¡Nah!

Yo voy a celebrar “JALOGÜÍN” y voy a tropicalizar la fiesta importada, primero porque para asustar a un ecuatoriano no se necesitan máscaras de monstruos hollywoodenses, sino algo más acorde a nuestro día a día, que meta más miedo.

Por ejemplo, el precio de la canasta básica, el desempleo, la delincuencia, el embarazo no deseado, las demandas por manutención, deuda al chulquero y estar preso sin juicio, por nombrar algunas historias de terror cotidiano.

En este mundo en el que te hacen la travesura sin pedirte los caramelos quiero hacer como en las busetas y exigir que me compres los caramelos para no hacerte la travesura o como en los moteles donde ponen en la cama caramelos para después de hacer la travesura, quiero hacer mis propias reglas y sugerir mis propios disfraces para que se intercambien los ladrones con la gente decente, y que los árbitros de fútbol sean más populares que los goleadores, y que Cristiano sea feo como el apache y Messi alto como Crouch.

Vestirse de barra brava del campeonato mundial de ajedrez, salir cuan gordo y peludo eres en calzoncillo a tocar puertas diciendo que eres una publicidad de Calvin Klein y armar pito sin camiseta afuera de tu casa disfrazado de amor, comprensión y ternura.

Abriría una tienda con otros temas para elegir en este “JALOGÜÍN” y tendría en vitrina listas las caracterizaciones del político honesto, del marido fiel, la esposa ahorradora, el jefe generoso, el programa de televisión original, el crítico de arte.

Y para esos que les gusta ser más costumbristas, existiría la sección de mitología urbana con disfraces especiales para los tacaños, por ejemplo está el del súper héroe Codo Laser, para quien siempre llega a la hora de comer está el de Huele Lejos, para el que cuando va a hacer el amor lo encuentra hecho le viene bien el de Saco de Cachos, para los corpulentos cabezones pega el de Romario (cabeza de ropero cuerpo de armario), las humanidades extensas vestirían de Jabancho (jabalí, ballena y chancho), los quemeimportistas lucirían la careta dura del mítico Cara e’ Tuco y siempre se lograría sembrar el temor con harto éxito usando el disfraz de culebra.

Hay que aterrizar las costumbres y hacerlas nuestras de verdad, después de todo estamos en la tierra del tarantantán y del guínguiringongo, la misma cuya gente cuando no entiende lo que dices hace “¡viiiiiiiiiii!” y cuando sí, aprieta los labios y hace: “¡prrrrrrrrr!”.