Ecuatox® es el título de la novela de ciencia ficción más reciente de Santiago Páez. Se trata de un trabajo publicado en 2013 y que tiene como contexto la política actual ecuatoriana, obra de uno de los escritores más representativos del género negro, policial y de ciencia ficción del país. En este, Páez toma como referencia la política actual y la proyecta a un futuro lejano, al año 2227, logrando un extrañamiento de los acontecimientos para figurar un topoi desconcertante. En este sentido, quizá el libro de Páez sea un ejemplo del novum definido por Darko Suvin en Metamorphoses of Science Fiction: On the Poetics and History of a Literary Genre (1979), el cual implica el distanciamiento y la cognición. Ecuatox® se puede leer desde dos perspectivas: la una, como una antiutopía vista de manera caricaturesca, y la otra, como una distopía en la que el mundo esbozado incluso parece ser superado por su propio referente. Se produciría una contraposición, producto de una hábil manera de plantear las cosas en el relato. Así, cualquiera de las dos lecturas implica el grado de distanciamiento que contiene la obra y que lleva, en definitiva, a conocer la supuesta realidad que vive o podría darse en Ecuador. En el primer caso se trata de la descripción de un Ecuador futuro donde su gobierno se ha eternizado gracias a haberse convertido en un cyborg, cuyo poderío pervive y hace que la sociedad siga dentro de un mundo aparentemente ilusorio donde la maquinaria estatal es paradójicamente eficiente aplicando estrategias represivas. Para contarlo, Páez propone un personaje, Segon González Lobo, venezolano, representante, devoto, diácono de la Iglesia Universal Chavista Absoluta. El referente inmediato e inscrito al inicio del texto es el libro de George Orwell, 1984 (1949), una clara denuncia del régimen totalitario estalinista de la ex-URSS en tono futurista. Páez no llega a la complejidad planteada en dicha obra, pero retoma su carácter analítico y crítico cuando expone los factores que definen un modelo de sociedad definido. Dicha sociedad es, de acuerdo a la mirada caricaturesca de la novela, una avasallada por el régimen, controlada por diversidad de instituciones estatales. Desde este punto de vista, el recorrido que hace por la ciudad y el país Segon González Lobo es también el recorrido de alguien que pretende tomar distancia de los hechos políticos para narrarlos en su supuesta extrema problematicidad. González Lobo de hecho tiene una ‘inocente’ mirada, ya que es un enviado, un profeso seguidor de la iglesia chavista; esta ‘cualidad’ permite que lo que dice parezca aludir a una utopía. La novela, entonces, es una especie de descripción y deconstrucción de la utopía política socialista para mostrar un lugar como ideal que, en la forma novelesca, tiene su propia lógica, donde pareciera que se ha alcanzado un alto grado de vida. Pero, por contradictorio que sea, la utopía es narrada en forma paradojal; esto se da cuando el relato se pretende distante y privilegia las ideas, evitando así que el lector se identifique y más bien empiece a mostrar desafecto. De este modo, emergen los rasgos exagerados y la ridiculización intencionada que nos llevan a que comprendamos el relato más bien como una antiutopía. Es decir, Páez obliga al lector a que vaya reflexionando sobre la realidad poniéndolo en la situación misma del personaje narrador. En en el acto de la exageración y de la ridiculización, el autor pretende señalar los problemas, las distorsiones y lo negativo que definen a un régimen. La tensión del modelo utópico socialista, mostrado como una antiutopía, es el aspecto más problemático de la novela. Si en 1984 Orwell planteaba un mundo con sus propias contradicciones, siendo él, también, un militante comunista, y mencionaba la extrapolación de cómo el régimen soviético se había investido de rasgos fascistas, además que los proyectaba hacia un futuro en el que las libertades podrían acabarse, en Ecuatox® Páez trata asimismo de manifestar su posición crítica frente al régimen mostrando las contradicciones que el gobierno tiene. Pero Páez no lo hace como un acto de militancia política, sino como un escritor que maneja conscientemente los recursos literarios o los recursos que permiten la creación de mundos posibles, donde la extrapolación es más bien una proyección de sus preocupaciones actuales a un tiempo futuro. El resultado, en el mensaje, no es necesariamente la conculcación de la libertad —que es lo que denunciaba Orwell—, sino la amenaza de la perennización de un sistema político. Desde este marco, Ecuatox®, en su segunda veta de lectura, se plantea como una distopía. Es decir, si seguimos el juego de Páez, la realidad misma es ya novelesca y sobrepasa toda imaginación, por lo que el novelista, mediante un personaje ridículo —porque igualmente deviene de una realidad política parecida a la que visita—, recoge lo que se vive y hace con este material una prospectiva negativa. Tal distopía se basaría en que la realidad actual es más fantástica que la que podría esbozar el relato literario: la realidad superaría a lo que se pueda contar de ella. Pues bien, en ambas lecturas el rasgo de la ironía es marcadamente fuerte. He descrito el modus operandi del relato para dar cuenta del hecho de la inversión del significado en función de establecer la incongruencia y el contraste entre realidad asumida y realidad no considerada. De hecho, la ironía es intencional para que el lector vea la realidad desde la modalidad discrepante. Incluso, en el viaje en el que González Lobo conoce la realidad ecuatoriana al mismo tiempo que su naturaleza como fanático socialista, se da el sarcasmo, figura que sirve para poner en ridículo al propio personaje y lo que este representa: el producto de una ilusión política. Páez usa las figuras de la ironía y del sarcasmo inscribiéndolas dentro de la categoría del esperpento. De hecho, Páez cita a Ramón del Valle Inclán, una de las plumas más relevantes de esta estética en el siglo XX. El esperpento basa su técnica en la deformación intencional de lo que se describe. Es como estar ante un espejo deformante en el que, en tono de Valle Inclán, las cosas aparecen ‘bellas’ y al mismo tiempo absurdas y grotescas. Esto establece la idea del posicionamiento que ya he descrito: a) ver desde el narrador la utopía como si esta fuera producto de una lógica política coherente; b) ver desde la mirada del narrador como si estuviéramos en sus zapatos la antiutopía, es decir, la realidad transformada; y, c) finalmente ver todo desde afuera, reduciendo la realidad política al teatro de lo grotesco. Esta modalidad esperpéntica, esta realidad invertida, este trabajo de concienciar, mediante el relato literario, acerca de la realidad social en la ciencia ficción, por ejemplo, tiene también otros referentes, particularmente ciertos textos de Stanislaw Lem —pienso en Relatos del piloto Pirx (1968) y Más relatos del piloto Pirx (1969). Con la ciencia ficción Páez no solo logra un distanciamiento de la realidad, en su modo proyectivo, al mismo tiempo que un movimiento cognitivo para constatar ese otro lado ‘oscuro’ de la realidad política, sino también establece una hipótesis en sentido de qué pasaría si Ecuador sigue viviendo con el modelo de sociedad actual. La respuesta, de hecho, está dada en la novela al inicio, en el preámbulo, cuando se nos da cuenta que lo que vamos a leer en los siguientes capítulos es el manuscrito encontrado mil años a 2227, redactado en “una lengua hablada” en el planeta Tierra explorado por una misión de la Nave 1984 del Brazo Orwelliano de la Galaxia. La misión encuentra a Quito destruida, donde los “edificios están llenos de una antigua tecnología robótica”. Implícita, la ansiada respuesta, entonces, es que toda forma política humana clásica o convencional destruye, más aun si esta ha pretendido pervivir mediante cualquier artilugio tecnológico. No sirve cualquier forma de gobierno, con tecnologías de poder, porque sea cual fuere, siempre se conduce hacia la destrucción de todo orden natural. Véase solo antes del preámbulo el epígrafe que Páez pone en su obra —tomando en cuenta de Luces de bohemia (1920) de Valle Inclán: DON LATINO: Una tragedia, Max. MAX: La tragedia nuestra no es tragedia. DON LATINO: ¡Pues algo será! MAX: El Esperpento. La tragedia de todo pueblo parecería ser siempre la que origina todo orden político. La tragedia, en el diálogo entre Don Latino y Max, no es la de ellos, sino la que ya preexiste. Y en esa preexistencia el sujeto político se refleja y se mata de risa. Tal sujeto está ante el esperpento, es decir, la propia política como espejo que distorsiona, que deforma, que se muestra como ‘bello, que seduce y que hace renacer siempre cualquier tipo de imaginarios. La mirada de Páez, por lo tanto, es más que desencantada. En la misma ciencia ficción, esto también lo encontramos en otra obra suya: Crónicas del breve reino: tetralogía novelística (2006) en la que se expone que el liberalismo fracasa desde su propio seno y lleva a la destrucción de Ecuador. Desde ya, si tomamos en cuenta esta última veta, nos damos cuenta de que la novela es también ideológica. La ironía o el sarcasmo, sabemos, si bien son armas deconstructivas, son sobre todo recursos argumentativos en función de mostrar —si seguimos a Teun van Dijk en Ideología: una aproximación multidisciplinaria (1999)— lo negativo del ‘otro’ en contraposición a lo positivo de ‘nosotros’ —el autor y el lector, por lo menos aquel que se muestre convencido de las ideas planteadas en el libro. Por esta modalidad es evidente la descalificación de un modelo político. Tal descalificación se corresponde a una visión de la realidad que ciertos sectores conservadores mantienen, para quienes la novela puede fácilmente manejarse como un medio de propaganda afín a su orientación. El problema radica en que aunque Páez tenga la intención de demostrar que las formas de gubernamentalidad destruyen, por lo cual los testimonios que se tengan se deban archivar como ejemplos de “ciencia política” en la subsección “gobiernos disparatados y aberrantes de la antigüedad” —según el preámbulo de Ecuatox®—, su programa narrado parece ser más bien una didáctica lección política bajo el esquema “mostrar como oprobioso un régimen político y la consecuencia en la destrucción de un país”. Tal programa solo muestra la realidad de forma maniquea. La representación que se pueda hacer de la política en la novelística tiene este riesgo; es decir, en quedar en el esquema, sin que haya profundización psicológica o existencial. Incluso Páez, en esta obra, peca de no señalar un ethos que más bien se podía constatar en Crónicas del breve reino: tetralogía novelística, en el sentido de una apertura a una apuesta diferente en la política, por más ruina del país. En ese caso, Ecuatox®, título que alude igualmente a un peligroso producto envasado por el régimen, se podría decir que es inmediatista, cuasipanfletario, que despinta el trabajo de Páez si nos fijamos en su obra anteriormente publicada. Si hay argumentación negativa acerca del otro, a mi juicio falta el alegato para mostrar el mejor camino —y probablemente pienso acá en Ayn Rand en La rebelión de Atlas (1957)— para poner un ejemplo de cómo algún tipo de activismo literario podría contener una dosis de tesis filosóficas dentro de la ciencia ficción.