Solange Rodríguez: «estoy trabajando más en la oralidad»
La escritora Solange Rodríguez vive un proceso creativo más acelerado que nunca. Su barco imaginario no solo ha arribado a su usual puerto de cuentos que aguarda la ojeada de sus lectores, ahora resulta que echó ancla en las tablas con la puesta en escena de uno de sus relatos en formato de teatro corto.
Cumpleaños revela un poco de esa inquieta visión acerca de uno de esos fantasmas que la han sorprendido en sus trayectos. Se trata de un relato que se desprende de La extraña historia que nos contó Olivia el día de su cumpleaños, obra que adaptó y dirige la actriz Carolina Piechestein, un monólogo que interpreta Luciana Grassi en las salas de Microteatro Guayaquil (Malecón del Salado) por todo junio, de miércoles a sábado, desde las 20:00.
Pero este es solo el inicio. La obra forma parte de la colección de doce cuentos que escribió en clave de drama, suspenso, terror y comicidad, bautizada tentativamente como Fantasmas portátiles, el nuevo libro que puso en manos de la editorial española Candaya y que recibió hace dos semanas una mención en el Concurso de Cuento de la Casa de la Cultura Núcleo del Guayas.
De esta iniciativa y otras conversamos con la artista guayaquileña en una entrevista en la que habló acerca de su labor como docente en la Universidad de las Artes para la carrera de Lectura y Escritura de Relato y también del taller Aquí pasan cosas extrañas, que inicia mañana en la Casa Morada (Urdesa Central, Calle Segunda #620 y las Monjas), a las 16:00, y que se extenderá por otros cuatro sábados.
¿Cómo te asaltaron estas nuevas historias de ficción?
Una vez, mi amigo, el escritor Santiago Páez, me dijo que los artistas somos como una radio que está todo el tiempo en una frecuencia, así como captando y captando, y después se encuentran con algo dentro de esa frecuencia que les dice algo y de pronto se les ocurren las historias, aunque las mías son siempre extrañas. Para esta obra, todo inició cuando trabajaba en una universidad en Samborondón. Salía de casa muy temprano para alcanzar el bus y debía estar en un parqueadero a las seis de la mañana. A esa hora, el carro daba sus vueltas y podía ver una ciudad cruda, término que utilizo en el cuento, era una ciudad que estaba como en bastidores. Todavía no salían sus habitantes, solo los seres que realmente no están en un mundo normal. De pronto, en un movimiento del carro creí ver o sentir algo anormal, no sé si un bulto, y se me ocurrió pensar en qué pasaría si la ciudad que nosotros conocemos y habitamos fuera una capa y debajo de esta hubiera otra realidad.
¿Cómo dibujaste a los personajes de tu libro de cuentos?
Hay personajes que de pronto aparecen, te cuentan una historia y se van o se van a la mitad de una situación. En realidad el núcleo del cuento de Cumpleaños no es la actuación sino la historia que te han contado, entonces este es uno de los personajes que aparece y te narra una situación. Todo este libro está cruzado por historias, tiene cuentos de largo aliento y he disfrutado tanto el ejercicio de alargar estas historias, como el hecho de contarlas, explorando personajes y situaciones.
¿Te apegaste al estilo de ficción que has usado en otras obras?
Mi literatura es una literatura muy inestable; siempre los límites entre lo probable e improbable van a terminar usándolo, pero yo trabajo con esta línea de la literatura de situación, de lo especulativo.
¿Cuál es la situación de Olivia para llevar al teatro a Cumpleaños?
Básicamente la historia de Olivia es que por su cumpleaños decide hacer una celebración excepcional e invita a amigos a quienes les cuenta una historia de su confrontación con uno de estos seres raros de la ciudad y descubre algo que le es revelador.
¿Qué otra historia podrías destacar del libro?
Hay un cuento que se llama Un hombre en mi cama, que es la historia de una mujer que está obsesionada con dormir y ver hombres dormir, hasta que se le presenta la posibilidad de verlos en dicha situación de cerca o de dormir con uno de ellos, pero no tiene que ver con el sexo, es como una sociedad futura en la que la gente ha perdido la corporalidad. Es un cuento en el que trabajo la literatura de anticipación, o sea que responde a la pregunta, en este caso, qué pasaría si en una ciudad futura hubiera personas que preferirían dormir.
¿Hay algo personal en una de ellas?
Hay dos historias que tienen que ver con el cuerpo y la pérdida ante la muerte en este libro, uno es Noche de difuntos y el otro es Paseo de domingo, que es la historia de alguien que va a pasear con su madre un domingo, pero se da cuenta de que las cosas no serán como antes y el cuento te lo va revelando hasta ese momento. Son dos situaciones que tienen que ver con algo terrible que le ocurrió a mi papá hace tres años, quien sufrió una crisis terrible y ahora está en una cama con una mano y las piernas atrofiadas. Hay que asistirlo, pero mi madre y yo hemos aprendido a lidiar con su condición, hemos vuelto a una especie de «normalidad», aunque diferente, porque él habla, conversa, nos ama y lo amamos, pero él nunca más volverá a ser como antes. Para ella, ha sido un antes y un después, y de alguna forma esto nos atomizó.
¿Qué otras experiencias incluiste?
Hay otras historias que tienen una base de realidad como la que tuve cuando viajé a Perú por un programa llamado Lima Imaginada, que consistía en una invitación que nos habían hecho a varios escritores latinoamericanos para recorrer Lima. Luego de la experiencia, teníamos que escribir sobre la forma en que habíamos concebido la capital. Por mi parte, caminé por varios sitios, entre ellos, la Plaza de Armas. Ahí, por ejemplo, se me presentaron varias oscuridades curiosas, se me vino una historia un poco rara que tenía que ver con canibalismo y ese fue el primer cuento que trabajé, envié y gustó. Ese cuento fue la semilla para las otras historias.
¿Abordaste el tema de género?
Claro, hay un cuento llamado Matadora, que es sobre una investigación acerca de las leonas como cazadoras, porque son las que se encargan de darle de comer a la manada. Esta historia, por ejemplo, parte de una gata adoptada que vive con una madre y su hija, un personaje que se vuelve superfuerte y toma unas dimensiones un poco raras, así que el tema de género pesa mucho en esta historia.
¿Qué has explorado de nuevo en la creación de estos relatos?
Creo que los libros tienen que divertir y también tienes que utilizar la literatura como herramienta de exploración, porque abordar todo el tiempo lo fantástico ya me cansaría. En este libro hay mucha especulación, hay mucha cosa rara, torcida e inestable, pero al mismo tiempo es muy divertido y humano. Son cuentos, cosas que se me ocurren y pienso y que afortunadamente pueden llegar a afectar. Como escritora, de igual forma pienso que hay que desafiarse porque un artista básicamente es un explorador, así que en este nuevo libro estoy trabajando más la faceta de la oralidad.
¿En qué fase te encuentras?
Creo que voy a empezar a entrevistar gente para mi nuevo libro. Quiero escribir una novela. Nunca lo he hecho y quiero arrancar con una historia de amor, creo que una cursi. Ahora estoy como en una fase de recesión, luego de haber terminado este libro. Apunto cosas, pero también estoy trabajando en una estructura académica porque soy docente en la Universidad de las Artes, donde hago mis ejercicios de investigación.
¿Te ves como uno de tus personajes en lo académico?
Pienso que lo que hace un maestro es un stand up todo el tiempo. Los profesores colindamos con esto, con la cuentería y la sabiduría, entonces terminamos siendo personajes. Es como un nuevo desafío para el docente contemporáneo aquello de hacerse cargo de una juventud prepotente y permanentemente dispersa, de conocimientos dispersos, que piensa que se las sabe todas, no se toma nada en serio y es un poco complicado. Por eso sé, y he leído mucho también, que hay un montón de docentes que renuncian, pues no pueden retener su atención porque estos jóvenes tienen otras prioridades, son como vacíos. Por eso es un desafío ser docente en este momento del milenio.
¿Cuál es la dinámica que aplicas a los millennials en tus clases?
He sido profesora de adolescentes por unos 21 años. Soy como una veterana en la docencia y me gusta mucho este periodo de la juventud, me gusta este vértice. Como estoy en los primeros años de la carrera —antes daba nivelación—, he aprendido a manejar bien esta etapa de la vida. La mayoría de estos chicos, que salen del colegio y entran a la universidad, viene con ideas erradas sobre cómo es vivir, considerando también que ahora estamos permanentemente conectados a plataformas de exposición de discursos y sucede que todo el mundo piensa que es escritor tan solo porque sube un post de un pensamiento o comentario en Twitter o Facebook. Entonces, primero hay que desdibujar y borrar algunas cosas que la gente da por sentadas, y entender que la literatura es un camino, que la vida contemporánea te aleja de la disciplina, haciéndote disperso, porque todo el tiempo estás recibiendo información y no tienes tiempo para ser tú mismo o encontrar tu propia voz o ver tus propios intereses, pues estás bombardeado de los intereses que le importan a otros, como pasa en estas redes sociales.
¿Cómo los conectas con la escritura?
Una de las cosas que les enseño a mis alumnos es a observar y escuchar diálogos, mirar cosas importantes en la realidad. Una parte fuerte del curso es la lectura, incluso me fui a lo clásico y estamos revisando un fragmento de El Asno de Oro de Apuleyo (Siglo II). También les he pedido a mis alumnos que se graben y me cuenten una historia para que ellos recuerden esto. A veces se incomodan, pero la enseñanza es incomodarse. De esta manera, te saco un poco de este contexto que te bombardea de información, para ponerte en contacto contigo.
¿En qué forma te actualizas?
Creo que un artista es un buscador eterno de inquietudes, por eso le dije una vez bromeando a alguien: «Es que el artista nunca puede evitar una seducción, siempre tomará la aventura». Todos los artistas somos aventureros. Siempre. Nunca vamos a resistir un llamado de nada, eso nos enriquece. En mi caso, hay cosas que se han dado naturalmente, no es que me levanto en la mañana y digo «qué voy a hacer hoy», siempre he tenido una vida acontecida y he aceptado eso con mucha alegría.
¿Dirías que tu estilo está en etapa de evolución o de mutación?
Estuve trabajando mucho el relato fantástico y la literatura de lo extraño porque me llama la atención, es un tema que me gusta y mira ahora hacia dónde va. La microficción es un género que colinda con lo poético, anécdota que tiene finales sorpresivos, un género diferente a lo que hago ahora, pero mira, ahora estoy escribiendo largo.
¿Aparte de dictar talleres también los tomas?
Definitivamente. Si hago talleres, debo tomarlos también. Creo que estoy en camino de preparación para mis propios ejercicios de escritura porque también escribo, no soy de esos talleristas que no lo hacen, yo vivo el camino de los dos lados y creo en que si eres un creador, tienes que hacer esto y oír. Hay cosas que no hacen los creadores porque es importante escuchar. Mucho de la experiencia de los talleres es que luego de la lectura viene la otra parte tuya, que es la disciplina, pues tienes que encontrar un espacio para escribir, si eso es lo que quieres hacer.
¿Te ves algún día sin escribir?
Tengo una fantasía de no escribir nunca más y soy muy feliz. De hecho me hice una promesa de que 2019 sería el año de la no escritura y solo me dedicaría a leer. Sería un año sabático de creación, porque es una cosa que me debo.
¿Para cuándo veremos Fantasmas portátiles en las librerías?
Entre octubre y noviembre voy a publicar con la editorial española Candaya. Es muy grato que ellos se hayan mostrado interesados en este trabajo, una obra que han considerado como algo valioso, interesante y singular. (I)