Paúl Puma y Ernesto Carrión: un único y multidiverso poema
La poesía opera sobre un estado de desajuste. El momento creativo, si algo implica, es precisamente la variante que desordena la noción propia de la identidad y la abandona a un contexto menos estable, hecho de borradura ahí donde, en el afuera, antes estaba la sola certeza. Los poetas Paúl Puma y Ernesto Carrión han optado por experimentar este lugar del desajuste desde dos latitudes distantes —el primero en Quito, el segundo en Madrid—, y diferentes —la noción de un punto de partida que es, a la vez, la condición de diferencia entre sus voces poéticas.
Así es como La célula invisible (Cascahuesos, 2018) aparece como un ejercicio de atención poética colaborativa que, como condición primera se impone borrar cualquier rastro perceptible de autoría a fin de lograr que sea la poesía, su materialidad escrita, la que proponga una voz unitaria. Aquí, algunas reflexiones al respecto.
Pensar en la célula como en el origen: ¿se entiende el ejercicio poético conjunto como un origen mutuo, es decir, intuiciones, exploraciones, reflexiones que, necesariamente, deben empatar en un inicio conjunto, o se propone un punto de partida más azaroso?
La célula invisible es el origen, cómo intuyes, de aquello que puede considerarse un misterio: ¿qué empuja al poema? ¿Desde dónde nace? ¿Y por qué de este o tal modo? Es un punto de partida, pero un punto de partida que lo que exhibe es el huracán de su propio misterio.
Cuál es el nivel de acoplamientos: ¿se trata de diseñar una ruta de reflexión más que diseñar un tema?
Me parece que no se trató de diseñar un tema, ni de un acoplamiento de los autores de este poema-río-estallido-disolución, que a mi parecer es La célula invisible. Los temas van y vienen, y la forma de encontrarse con ellos, es igual de azarosa como sucede en cualquier mente expuesta a una realidad barroquizante y rizomática como la actual, en la que digerimos cientos de contenidos del mundo a diario, por medio de nuestros artefactos y redes. Yo lo experimenté como una liberación del poema, y me parece que su acoplamiento se dio en ese horizonte donde cada uno de los autores decidió seguir alargando la experiencia de la poesía con una libertad absoluta. Contra el miedo.
Quizá la condición del lenguaje con el que se adentran a esta experimentación guarda una seña particular: no privilegia la imagen poética tanto como el discurso que permite mostrar un desplazamiento constante de realidades externas dentro del texto. ¿La noción metafísica de un orden discursivo, una de las interpelaciones críticas de la poesía, es tomada como condición de enunciación desde esta perspectiva?
Creo que la experimentación está dada, más que por su forma o por sus temas (nada es original en el mundo), por esa provocación mutua que provocaba la lectura de los versos del prójimo, en esa lectura se generó una conciencia estética y teórica sobre lo que estaba sucediendo con nuestro poema. Yo sí creo que en el caso de este trabajo, tanto imágenes como discursos se dan la mano para reivindicar el lugar de la poesía, que debe ser el lugar del desconcierto.
Las intervenciones en artículos de la constitución, quizá nos dejan ver a la borradura como reconversión del lenguaje literal de la Ley. ¿Distanciarse de la literalidad es una noción política desde el ejercicio creativo?
Distanciarse de toda literalidad es una noción poética, y una mirada poética no puede ir divorciada de su tiempo, de su historia, de su carga política, sin tener por ello que ser un panfleto político. No comparto con los poetas «estetas» que piensan que el poema es solo lenguaje despojado de un hombre y sus circunstancias históricas. Las tachaduras en la constitución están allí para generar otra posibilidad, otra lectura sobre un documento que debería servirnos de un modo más orgánico y humano. Intervenir poéticamente nuestra constitución es un buen lugar por donde empezar. Incluso, aunque con otras técnicas (quitar signos de puntuación o poner sus palabras en orden alfabético), este ejercicio lo realizó en España el poeta Canteli.
Se trata, también, de pensar el lugar de la escritura como un lugar de fragmentos: las imágenes al servicio de la explosión celular que da origen al mito. ¿El mito, es aquí, el poeta que está cantando para incendiar todo con su sola intención de superarlo?
La figura del poeta ha sido desplazada por la entidad del poema. Es el poema aquí quien vive, habla, grita, cambia de tono, se acelera, explota y duerme o busca sosiego ante la verdad del mundo que va oscureciéndolo todo. El poeta (o los poetas) al mezclar sus versos sin identificación literal, no son más autores del texto que aquel que lo lee y empieza a adentrarse en ese río imposible de atrapar.
A pesar de pertenecer a un mismo cuerpo escrito sin distinción del autor de cada verso, parecería existir una marca común que distancia a los autores, al menos desde los ojos de este lector: la forma de poner en crisis, o digámoslo así, la forma de entrar en la crisis de la identidad, condición fundamental para el ingreso al momento poético. ¿Cómo coincidir en esto?
Tú lo has dicho. Un mismo cuerpo escrito se levanta (va a ser divertido mirar a un lector que intuye la autoría de cada verso). La marca es común y creo que en lugar de distanciar a los autores los acerca al fuego de la poesía, como en una madrugada atroz de frío inmisericorde en la que se vislumbra una fogata. En mi caso me sirvió muchísimo este ejercicio colectivo de dos porque necesitaba decir, liberar (quién iba a pensar en ello después de tanto tiempo de estar en esto de la poesía y en la literatura). Agradezco a la vida de que se haya dado en el momento en el que necesitaba encontrarme con la propia humanidad mía y la del otro. Esa otredad, el hermano. El asunto fluyó de una manera vertiginosa. Creo que el aporte a la identidad poética del país es uno y el fervor que sentimos por la poesía es la trastienda de una suerte de laboratorio donde la invención es una palabra infinita.
Entender al poema dentro de la literatura parece una forma de límite en su lectura: ¿se trata entonces de una literatura que ve desbordar sus acciones hacia un territorio desconocido para sí misma?
De acuerdo. Una vez inventada la bomba (en la trastienda de ese laboratorio del que hablaba), la explosión no puede ser medida. Creo que Borges nunca calculó lo que iba a ser El Aleph, su trascendencia en la literatura hispanoamericana y universal. Es interesante acudir a Borges para intentar una respuesta ante esta interrogante que planteas porque Borges y Bioy Casares experimentaron un ejercicio de colaboración/hermandad en la narrativa que resultó en El libro del cielo y el infierno y los cuentos. En ese sentido quiero pensar que en el país y en muchos de los que conforman la literatura hispanoamericana (más allá del horizonte geográfico, ampliado en el uso de la lengua) un poema de un solo cuerpo escrito aún no ha sido elaborado por dos autores, sería el primero para Ecuador. Lo digo solo como un dato que puede servir para que crezca nuestra literatura. Habría que averiguar en qué países ya se realizó esta experiencia, pero más allá de eso subrayo el acto de la colaboración/hermandad de dos escritores de poesía que se juntan con absoluto respeto mutuo y con un reconocimiento de cada una de sus obras para forjar algo nuevo (pensemos en dos joyeros del lenguaje: su joya aún está por descubrirse). El lanzamiento de La célula invisible será el jueves 21 de junio de 2018 en el Centro Cultural Benjamín Carrión.
¿Cuál es el origen de esta construcción colaborativa?
Un pleno reencuentro (nos conocemos hace muchos años) en Riobamba. Fue Lenin Vimos quien nos abrió sus puertas y nos trató como invaluables huéspedes en su casa. Creo que dicha generosidad fue el punto de origen de esta historia llamada La célula invisible, pues se desató luego como una fluida comunicación de correos electrónicos y whatsapp para avivar un juego/fuego poético que cada vez nos deslumbraba más (ese origen así como el proceso están escritos en clave poética en las postrimerías del propio libro).
¿Es posible pensar en un consenso a nivel de arquitectura del lenguaje como este? ¿Qué segmentos del proyecto no se incluyen en el consenso?
No hay lugar para lo capcioso aquí, Víctor (risas). Sencillamente hay un lugar para el arte que nos conmueve, y al que le hemos dado gran parte de nuestras vidas. Mira que José Córdova, el director de Cascahuesos, me decía hace algún tiempo que nuestro país tiene poetas para generar una riquísima tradición. He aquí una suerte de respuesta. Lo que venga después estará grabado ya en la historia de nuestra literatura nacional. Sin embargo, tenemos voz y voto en la lírica ecuatoriana y eso ha sido posible gracias a «agachar el lomo», como dice el vulgo, «y trabajar».
La noción de «ecuatorianidad» frente a la expectativa ampliada de la creación. ¿Hay lugar para el «nosotros» en la poesía?
Precisamente a eso me refería. Qué hermoso hubiese sido (aunque el «hubiese» no existe, no es real ni siquiera como presunción literaria) ver a Jorgenrique Adoum y Efraín Jara Idrovo juntándose para hacer un único poema y, si vos quieres, ver a los pesos pesados de la poesía latinoamericana o española juntándose para escribir un libro de poesía en el que hicieran y se deshicieran al mismo tiempo de sus versos en función de la única ganadora: la poesía. Con esto no quiero desmerecer el esfuerzo que hiciera Fabiano Kueva con Poesía mano a mano (que tocaba la campana para los asaltos entre poeta y poeta) pues todo esfuerzo es válido por visibilizar nuestra literatura ecuatoriana subalterna, menor, periférica, marginal, olvidada en el concierto internacional (mírese Deleuze y Guattari). En La célula invisible nadie es contrincante de nadie, las dos voces poéticas se conjugan en una, los dos autores se fusionan en uno para escribir un solo libro de poesía, un solo, único y multidiverso poema.