Reseña
Homoerotismo y memoria afectiva en dos novelas escritas por mujeres
1.- De la comunidad
Después de leer Salvo el calvario (2005)(1), de Lucrecia Maldonado, me interesa reflexionar acerca de la representación del amor homosexual y el lugar de la literatura como instancia que argamasa afectos. El archivo poético que trasiega la autora es referente compartido de los personajes, en el marco de una escritura que se potencia en el juego de guiños literarios al lector. La tribu de amigos se consolida alrededor del espacio laboral, en el Municipio de Quito: el doctor Fernando Simpson, Susana Montero, Miguel Vera, estudiante de literatura y poeta bibliotecario. La rutina laboral los va juntando, pero es la lectura compartida el hecho que teje el lazo afectivo que los une. El ritual de los ‘talleres urbanos’ es un modo de ocupar el espacio público desde la literatura: en la Plaza Grande, jubilados, betuneros, dependientas, son asaltados con la lectura de poemas.
Estos son pequeños rituales cotidianos, un conjunto de hábitos, gustos y creencias, un modo propio de habitar y transitar la ciudad que consolida eso que el sociólogo francés Michel Maffesoli ha denominado comunidad emocional o de destino(2): aquella que se funda alrededor de una socialidad de predominio afectivo entre quienes sienten y piensan en común. La proximidad espacial, el ‘estar-juntos’, conforma un ‘nosotros’ con acento en lo que une y en la emoción compartida. En este espacio se desarrolla la trama anecdótica, al interior de un grupo desde donde se hace posible una particular relación con la ciudad, el arte, el cuerpo y, más importante, la expresión de la pasión y el deseo. Las canciones coreadas en conjunto en uno de los karaokes de la urbe, títulos de películas evocadas o compartidas en el cine, nombres de cantantes, escritores y músicos, son referentes de una comunidad que se reconoce en la intimidad de un círculo trazado alrededor de sensibilidades y gustos similares.
En el curso de los ‘talleres urbanos’, es la lectura del poema de Luis Cernuda, ‘Si el hombre pudiera decir lo que ama’, el motivo que conduce la narrativización del amor homoerótico: mientras Fernando lo lee en medio del ruido del trole, la escritura se abre a nuevos sentidos en el diálogo con el poema citado: entre lo que el poema dice y el silencio posterior de quien lo lee, se anuda el acontecer novelado. La verdad de un amor difícil de ser nombrado se hace visible en la lectura del poema, afecta el sentido de la trama, reordena el lazo que une a los personajes. Es ese entramado intertextual el horizonte de interpretación, para lector y personajes. La novela provoca, de esta manera, el retorno de una nunca envejecida pregunta acerca del lugar de la literatura dentro del conjunto social.
El archivo estético que articula la escritura asume valores de socialidad y principio de identidad, puesto que hace posible un espacio en común así como el reconocimiento de lo que cada uno es o busca ser. En un momento de la narración, Fernando rememora que fue el hallazgo de García Lorca lo que provocó el encuentro consigo mismo: “logré por fin reconocerme en ‘Por eso no levanto mi voz, viejo Walt Whitman’, contra el muchacho que se viste de novia en la oscuridad del ropero …”. La literatura es así asumida como espacio de amparo e instancia de conocimiento, en un mundo que castiga la desobediencia del deseo y condena a quienes infringen la heteronormativa sexual.
A partir de la lectura pública de Cernuda, el rumbo de los acontecimientos se complejiza con el anuncio de la enfermedad de Miguel, leucemia, y el amor de Fernando hacia él. Es al contacto con el dolor que el grupo deviene en refugio, en relación con el cuerpo enfermo y al deseo homoerótico. Maffesoli explica que la comunidad articula una ‘ética del nosotros’, en función de los afectos y la cercanía entre quienes comparten un espacio en común: en el caso de la novela, la noticia de una enfermedad en estado terminal y la explícita confesión de un deseo largamente escondido provoca el reacomodo de las identidades, así como del conocimiento que cada uno porta acerca de los otros y de sí mismo.
La experiencia de la enfermedad conduce la narración hacia lo íntimo: allí en donde un cuerpo se desdibuja en el padecimiento físico para devenir otro. Es ese proceso, al contacto con la enfermedad, la circunstancia que define las decisiones últimas: la renuncia a un nuevo tratamiento médico, la mutua entrega de Fernando y Miguel, la afirmación por la dignidad del cuerpo en libertad para amar y saber morir. Susan Sontag observa en La enfermedad y sus metáforas que basta ver una enfermedad como misterio, y temerla intensamente, para que se vuelva moralmente contagiosa. Quizá es ese temor, magnificado en función de la relación homoerótica, el motivo que empuja a la pareja hacia el autoexilio, lejos de la ciudad y la familia. De la comunidad inicial de amigos sobrevive el registro de una memoria afectiva: es la voz de Susana la que recompone los acontecimientos transcurridos, cuando la contundencia de la muerte y la apuesta por los afectos hace posible ponerle nombre a aquello que no lo tenía.
2.- Cicatrices
Ondisplay 2.0 (2009)(3), de María Fernanda Pasaguay, está escrita a modo de un diario personal, que visualmente reproduce el formato de un texto online. La narración gira alrededor de una relación homoerótica entre Gustavo y Luciano, rememorada casi una década más tarde del inicio de ese encuentro, tras el suicidio de Luciano a los 25 años. Gustavo narra esa historia en una escritura de tono íntimo, que porta las huellas de afectos y lazos sociales de una comunidad de amigos, la gang que tuvo su origen en la adolescencia de los personajes.
La experiencia del luto desencadena la escritura: contarle a otro acerca de quien no existe para fijarlo en la narrativización del recuerdo. Los soportes de esa memoria son muchos: fotos, videos, ‘posteos’, canciones, que circulan en la escena pública del ciberespacio y las redes sociales. Inicialmente, la imagen de Luciano a los 15 años, bailando en un video de YouTube, cautiva la atención de Gustavo. Los personajes viven en diferentes ciudades, Quito y Guayaquil: escenarios de una cofradía de amigos que se identifica a partir de gustos compartidos. Internet, que amplifica el estilo de vida del grupo, expone a la mirada pública una forma de vivir la sexualidad y de expresar los afectos que casi ‘naturaliza’ lo que, en principio, transgrede la norma que regula el comportamiento entre los sexos. La novela se desenvuelve en el territorio de las culturas juveniles y nos hace partícipes del sentir de ese círculo social. Un círculo que se expresa a través de particulares formas de hablar y vestir, marcas corporales, rituales de consumo cultural; en suma, de unas maneras de ubicarse en el mundo que visibilizan el rostro variado de una generación: Luciano es emo, con tajos en el cuerpo, Gustavo hace parte de la así conocida ‘Cumbaya generation’, y el grupo extendido de amigos reúne a freaks, sureños, ‘jiposos’ y activistas. Lo que prevalece, sin embargo, en la definición de los personajes y el tono de la escritura, es la centralidad del cuerpo y la sobreexposición de los sentidos.
La centralidad del cuerpo y la sexualidad, en particular homoerótica, es un elemento clave no solamente como dinamizador de la trama anecdótica, sino que define el aliento de una escritura que se excede a ella misma allí en donde transgrede los límites del voyerismo y la pulsión escópica. El cuerpo aparece visibilizado de múltiples maneras en Ondisplay 2.0: la narración del encuentro sexual entre Luciano y Gustavo, la escena pública del espacio virtual que devuelve al grupo de amigos, en una suerte de juego de espejos, la imagen infinitamente reproducida de sus poses y sus gestos, en las cicatrices de Luciano y el dolor de su amante frente a la muerte. El cuerpo, como bien lo explica la filósofa Judith Butler, implica mortalidad, vulnerabilidad, agencia: “la piel y la carne nos exponen a la mirada de los otros pero también al contacto y a la violencia”(4).
Me interesa poner ambas novelas en diálogo con el pensamiento de Butler, en la perspectiva de preguntarnos con ella sobre de la habitabilidad del mundo: qué constituye lo humano, qué vidas pueden llorarse. Vale tener presente la muerte de Miguel, en Salvo el calvario, y el suicido de Luciano, en Ondisplay 2.0. Apunta Butler que la experiencia del duelo, como la pasión y el furor, “nos saca de nosotros mismos”, nos vincula a los otros en la posibilidad de pensar un sentido de comunidad en virtud de la vulnerabilidad física, los afectos y los campos del deseo. Butler aborda el tema del duelo en función de observar que —en el marco de la guerra, las diferencias sexuales, la enfermedad— no todas las vidas son lloradas de la misma manera. Es así que el cuerpo adquiere una dimensión política, puesto que es justamente a través de su carnalidad que el género y la sexualidad, así como las marcas raciales, étnicas y sociales, se exponen a los demás. No es gratuita la extrema vulnerabilidad del cuerpo de Luciano. Es un cuerpo hermoso, extremadamente atractivo y seductor, pero, así mismo, automutilado, enfermo, depresivo. La voz narrativa, que escribe desde el duelo, insiste en recordar la violencia a la que ese cuerpo se ve sistemáticamente sometido al interior del espacio doméstico: golpeado por el hermano mayor, abusado por el jefe de ese hermano que cumple el rol de autoridad y cabeza de familia. Un cuerpo que, en el curso de la adolescencia y temprana juventud, se ve disputado y asediado, por sus múltiples ‘adoradores’, al interior de una dinámica social que no siempre distingue la frágil frontera que expulsa la violencia y precautela la vida.
Así mismo, es la muerte de Miguel el acontecimiento que expone públicamente la homosexualidad de Fernando, con la consecuente expulsión de la estructura familiar y la opción final de vivir en el exilio extranjero.
Así, Lucrecia Maldonado y María Fernanda Pasaguay interpelan desde la literatura a una comunidad lectora para pensar, desde la perspectiva del género y la sexualidad, el lugar de la violencia, la comunidad y la familia, los parámetros culturales que definen una noción de lo humano en permanente renegociación, en el horizonte de una reflexión que articula ética y vidas vulnerables.
Notas:
1.- Maldonado, M. (2005). Salvo el calvario. Quito: Planeta/Pontificia Universidad Católica del Ecuador. Premio Nacional de Literatura Aurelio Espinosa Pólit, Novela, 2005.
2.- Maffesoli, M. (1990). “La comunidad emocional. Argumentos de una investigación”, en El tiempo de las tribus. El declive del individualismo en las sociedades de masas. Barcelona: Icaria.
3.- Pasaguay, M. F. (2009). Ondisplay 2.0. Guayaquil: El Conjuro.
4.- Butler, J. (2006). “Al lado de uno mismo: en los límites de la autonomía sexual”, en Deshacer el género. Barcelona: Paidós, p. 40.