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Ecuador, 13 de Marzo de 2025
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Entrevista

Ana María Goetschel: ‘Ha primado una mirada sesgada de la historia‘

Foto: Fernando Sandoval | El Telégrafo
Foto: Fernando Sandoval | El Telégrafo
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El ser humano es un contenedor de historia. En él está inscrito el recuerdo de su vida personal, pero también, es el depositario de una memoria social que muchas veces es política, que muchas veces ha sido silenciada... especialmente, si se nace en un cuerpo al cual no se le permite hablar porque el tono de su voz no encaja con el áspero coro de voces oficiales que determinan el ritmo de la vida.

Entre esas voces anuladas han estado (y están) las de las mujeres. A la gran mayoría no se les permitía opinar, decidir libremente, incursionar en la política o escribir. Solo basta revisar los anaqueles de la historia para constatar la escasa información que hay sobre ellas y la escrita por ellas. Y cuando aparece alguna documentación en la que hay un registro o análisis sobre las mujeres, por lo general, es meramente declaratoria y enunciativa.

Ana María Goetschel, historiadora y profesora investigadora asociada al Programa de Estudios de Género y de la Cultura de la Flacso-Ecuador, fue la encargada de producir el libro antológico Cartas Públicas de Mujeres Ecuatorianas, que buscarecuperar y hacer visible la historia de las mujeres (de finales del siglo XIX y de la primera mitad del XX) a través de la publicación de cartas, solicitudes, hojas volantes, manifiestos publicados en periódicos, revistas, así como de escritos que, sin haber pasado por la imprenta, abordan temas públicos o asuntos relacionados con la vida pública, incluso cuando toman forma de peticiones, demandas personales o corporativas.

“El desafío del historiador no es buscar la verdad en el pasado, sino descubrir puntos de quiebre que nos ayuden a reflexionar sobre el presente, en este caso, sobre la problemática de género como uno de los elementos que nos condicionan en términos históricos (...) No se puede entender de manera integral la formación de las naciones latinoamericanas sin analizar la acción de las mujeres de diversos sectores sociales, no solo como parte activa de las luchas sociales sino como parte de la opinión pública”, manifiesta Goetschel.

¿Por qué es importante revisar la historia desde una perspectiva de género?

Diría primero que es fundamental revisar la historia porque no se le ha dado la debida atención que merece. Y luego, revisarla desde un enfoque de género porque dentro del estudio de la historia no se ha considerado ese análisis. No se ha tomado en cuenta la participación de las mujeres ni de sectores que no han sido reconocidos oficialmente dentro de la sexualidad permitida. Por lo tanto, no se sabe cuál ha sido su contribución a la historia.

¿Cómo ha sido narrada convencionalmente la historia y cuáles fueron sus fuentes para este trabajo?

Lo que ha primado es una mirada sesgada de la historia y, por ello, recuperar documentación sobre mujeres no es una tarea fácil. Por ejemplo, si revisas la información oficial, las actas de la función legislativa y todos los documentos de información primaria que hay, es difícil encontrar datos sobre mujeres y sectores populares. Pero cuando uno tiene una mirada diferente de la historia se preocupa de indagar en fuentes en las que no han estado incluidos estos grupos, como la prensa escrita, las cartas públicas, las revistas, etc., que son formas en las que los sectores populares y las mujeres se han pronunciado sobre diversos aspectos de la sociedad.

Además de haber trabajado con cartas públicas que tenían una sola autoría, también incluyó cartas colectivas y comunitarias, de mujeres que no podían en ese entonces hablar con una voz propia o que no tuvieron acceso a la educación para que puedan escribir...

O demandas por juicios de alimentos, que generalmente requieren de un abogado, pero aun así expresan las necesidades sociales de las mujeres. Este tipo de documentos también los he incluido. Además, tengo la ilusión de trabajar con la correspondencia íntima de mujeres, que es, tal vez, uno de los medios más importantes para recuperar su historia. En el libro hay solo 2 cartas privadas a las que pude acceder. A su vez, hay demandas comunitarias en las que las mujeres comerciantes populares expresan la necesidad de tener sus propios puestos de trabajo para sobrevivir, y este es un tema que ha estado presente desde la época colonial. Antes había ordenanzas que tenían que ver con el ornato de la ciudad, lo que hoy se conocería como “regeneración urbana”, que no tomaban en cuenta las necesidades de trabajo de los sectores sociales. Entonces, estas cartas nos revelan esa disputa permanente por los espacios públicos, y que no dejan de ser problemas actuales.

¿Podemos reconocer en esas cartas posturas que nos indicarían que hubo manifestaciones de feminismo en esa época?

En las cartas propiamente no he encontrado que se hable de feminismo, pero muchas tienen que ver con ciertas demandas de tipo reivindicativo, que nacen de la necesidad de que las mujeres participen en la vida pública. Pero en otro libro que tengo llamado Orígenes del feminismo en el Ecuador, se ve que hay varias mujeres que sí hablaban de feminismo como la necesidad de que incursionen dentro del espacio público. Hay que señalar que a través de la historia ha habido diversos tipos de feminismo, como el de la igualdad, que nace de la Ilustración, y uno puede ver que en una revista de 1905 llamada Mujer se dice: ‘La mujer es igual al hombre, tiene la misma capacidad de pensamiento y la misma posibilidad de creación’, entonces, están reivindicando que hay igualdad y que, por lo tanto, las mujeres deben acceder a la educación y luego al trabajo.

Pero así como expone cartas de mujeres que reclamaban igualdad, también hay cartas que manifiestan una postura conservadora sobre ellas...

Quise presentar una multiplicidad de análisis y de voces, no solamente desde una tendencia. Uno ve, por ejemplo, que las cartas de mujeres dirigidas a Velasco Ibarra son claramente políticas y de militantes socialistas y comunistas como María Luisa Gómez de la Torre o Nela Martínez, pero también, constan las voces de  mujeres conservadoras, quienes abanderaban las causas de la Iglesia Católica y estaban en contra de medidas como el divorcio, la separación de la Iglesia del Estado, la educación laica, por lo tanto, considero que la historia se hace desde esas múltiples voces de diversos sectores sociales.

¿Se puede decir que  a través de las cartas se hace explícito que las mujeres son portadoras de un discurso de paz, de conciliación nacional?

Digamos que es a partir de la Guerra del Chaco y de la II Guerra Mundial que varios grupos feministas internacionales se abanderan de las causas de paz. Pero también, por ejemplo, hay una carta de Zoila Ugarte de Landívar que dice, a propósito de la guerra con Perú, que cuando “se trata de usurpar los territorios de la patria estaremos ahí al frente para defender lo nuestro”. Entonces, vemos que están a favor de la paz, pero también hay una postura que dice “nos pararemos firmes para defender nuestro territorio”.

Portada del libro antológico Cartas Públicas de Mujeres Ecuatorianas, de Ana María Goetschel.

Dentro de su trabajo incluye las manifestaciones de mujeres letradas de la época, ¿qué pudo constatar en sus cartas?

Ahí encontré cosas muy interesantes, como la historia de Dolores Veintemilla de Galindo, a quien generalmente se la conoce por su poesía romántica, en la que se evidencia un proceso de constitución de una subjetividad moderna, pero lo que yo quise resaltar eran 2 textos suyos, ‘Necrología’ y ‘Al público’, porque son alegatos tempranos a los derechos humanos en el Ecuador. Ella se proclama contraria a la pena de muerte, cuando las leyes penales y la legislación propugnaban la pena de muerte, y esa postura, además, era defendida por la Iglesia Católica. Además, ella señala en un texto “yo soy la autora de este escrito”, es decir, reclamaba una voz propia, y creo que es uno de los primeros textos en los que se refleja esa impronta.

También, en la parte de literatura entró una carta de Blanca Martínez de Tinajero. Ella fue una maestra, hija de Luis A. Martínez, que mandó su novela a la Casa de la Cultura para que sea publicada por los años cuarenta, pero le rechazaron, aduciendo a que hacía una interpretación moral sobre las mujeres de Ambato. Entonces, uno constata que hubo un criterio bastante moralista sobre las mujeres y su literatura,  y también revela las dificultades que ellas tuvieron para producir. Por ejemplo, Dolores Veintemilla tenía una suerte de tertulias en su casa, pero no tuvo la posibilidad de formarse y que eso le permita desenvolverse de mejor manera dentro de la producción literaria. Por lo tanto, hay una relación directa entre el acceso al saber y la posibilidad de escribir.

¿Y qué pasa con aquellas mujeres que nunca pudieron escribir una carta y cuya historia está muerta de alguna manera?

En Orígenes del Feminismo en el Ecuador llenamos ese vacío a través de entrevistas a Dolores Cacuango, por ejemplo, y por eso es tan importante la historia oral. Imagínate que en los años cincuenta el analfabetismo llegaba al 50% de la población ecuatoriana, y en su mayoría eran indígenas, afros y personas provenientes de sectores populares e históricamente marginados. Esto te revela la limitación que existía para un ejercicio ilustrado en todas las capas sociales, entonces, en países como los nuestros, donde tenemos archivos precarios, creo que juega un papel muy importante la historia oral como una forma de recuperar esas historias de personajes que han participado de una forma tan activa en la vida del país.  

¿Piensa actualizar este trabajo incluyendo otras épocas, como la colonial o lo que va de este siglo?

Este no es un trabajo acabado. A medida que uno va indagando encuentra nuevos documentos que te dan la posibilidad de reconstruir la historia de sectores históricamente excluidos, pero con una mirada distinta, no oficial. Porque lo que se ha hecho es recuperar la voz de las élites y, cuando se ha visibilizado la voz de los sectores populares, se lo ha hecho de una manera mítica, como de héroes y heroínas, y eso le hace muy poco favor a la historia, pues se construyen personajes de oropel. Lo que nos interesa es recuperar la voz de las personas de carne y hueso, con sus lados luminosos y oscuros.

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