Víctor García: “Me acerqué a la música por mi madre”
Hace una década WarCry llegó por vez primera a Ecuador, y desde entonces han repetido tres visitas al país (2013 y 2016). “Parece que fue ayer”, suelta el cantante Víctor García, sorprendido de la acogida que ha tenido su banda.
El quinteto asturiano viajó casi veinte horas para llegar a Quito, en medio de la gira “Rempiendo el Silencio 2019”, que los tendrá el 10 de noviembre en Bogotá y, el día 13, en Medellín.
“Mantenemos la cercanía con la gente y eso lo valoran. El matiz de Ecuador es el club de fans de WarCry, que es de los más antiguos y el que más se mueve, tan activo como el de nuestro país”, dice horas antes del concierto que se realizará la noche del 9 de noviembre de 2019.
En mayo de 2016, la banda se presentó ante unas tres mil personas en la Plaza de Toros “Juan Belmonte”. Fue en ese escenario que −a mediados de este 2019− Avalanch solo convocó a 300 espectadores.
La cifra no es para olvidar. Más si se toma en cuenta que esta última banda fue la que puso a García por primera vez en el mapa del metal en español, con discos como Llanto de un Héroe (1999) o El Ángel Caído (2001).
En cuanto a la convocatoria de WarCry y su decena de discos, “es lo que le gusta a la gente”, dice, sin pretensiones. Y consultado por este diario sobre si volvió a tener un acercamiento con el guitarrista Alberto Rionda −después de su salida de Avalanch, en 2001− cuenta que ha tenido mayor contacto con los exAvalanch que con él.
“Con Manuel Ramil, Alberto Ardines, Fernando Mon he mantenido comunicación. Del resto me he apartado para no crear problemática por ningún lado”, explica, antes de aclarar que ambas bandas no coinciden mucho en escenarios, pese a ser del mismo país.
“Si llegáramos a tocar en el mismo evento, por mi parte no pasaría nada; no es como mezclar a Dio y Ozzy”, sonríe. Y, entonces, la pregunta inevitable: ¿integrarías una reunión con Avalanch por algún aniversario a futuro?
El asturiano no se mosquea para responder: “si hubiera que reunirnos, yo la vería no solo conmigo, pues hubo otra gente allí. Sé que fui el cantante, pero si quisieran hacerlo bien, que sea con toda la gente”.
Entonces el artista recuerda a Barón Rojo, “porque veo mejor reunirse cuando una banda va a desaparecer”. Aunque ahora es muy poco probable que los hermanos Armando y Carlos de Castro vayan a compartir escenario con Sherpa y Hermes Calabria (Los Barones).
“Es que cada disco tiene su momento. Cuando escuchas uno por primera vez, por ejemplo, no analizas si suena bien o mal. Se trata de que te guste o no. Entonces, cualquier arreglo que hagan a posteriori no llegará a sentirse tan fuerte como al principio. Las cosas hay que verlas en su tiempo. Luego, tienen que ser cosas que no se volverán a ver más, y se puedan tolerar. El público es muy exigente, y con el pasado no puedes hacer nada. Se hacen las cosas con el presente y para el futuro. Lo otro es una biblioteca para saber cómo actuar”.
Un puñado de cantos dedicados a la madre
Hace cuatro años, murió María Holga, la madre de Víctor García. Tenía 80 años y había criado a su hijo con su padre ausente, pues era un migrante que ahora tiene 84 años y vive en Asturias. De hecho, Víctor nació en Australia, país en el que se conocieron sus padres.
Durante el franquismo, mi madre simplemente “se hacía llamar María, porque Holga era un nombre comunista, y eso era perseguido. Ella era una gran lectora −recuerda el autor de canciones tan emotivas como 'Nana' o 'El Amor de una Madre'−, siempre tenía música clásica en casa y se dormía leyendo. Para levantarse y volver a leer. Me acerqué a la música por ella, pese a que en la familia de mi padre cantaban todos, en los bares, no porque les dieran algo”, sonríe. (I)