Sherpa rechaza a Maduro, Waters y Gillman lo apoyan
Las declaraciones de Roger Waters, activista y exlíder de Pink Floyd, convocando una marcha para apoyar a Nicolás Maduro, desataron una ola de críticas hacia él.
Los comentarios en su contra son, incluso, de Perú, Colombia y Ecuador, países que visitó el año pasado y que han recibido una marea de migrantes venezolanos en busca de mejores condiciones de vida.
En Lima y Bogotá, Waters realizó conciertos en los que la asistencia fue masiva y, en noviembre de 2018, visitó la Amazonía ecuatoriana antes de dar una rueda de prensa en Quito.
En estos lugares, el músico británico dio cuenta de su rechazo a las políticas de Donald Trump.
Motivado por las tensas relaciones entre Estados Unidos y Venezuela, el martes pasado Waters publicó un mensaje en la red social Twitter.
“Ellos tienen una verdadera democracia, paren el intento de destruir a un país solo para que el 1% (los ricos) puedan apropiarse de su petróleo”.
Pero la mente tras discos como The Wall (1979) quizás ignora que el régimen chavista ha tenido una estrecha relación con el rock venezolano, o con una parte de este a través del cantante caraqueño Paul Gillman.
Una semana antes del pronunciamiento del inglés, el exbajista y letrista de Barón Rojo, José Luis Campuzano, Sherpa, criticó esa relación, también a través de Twitter.
Como músico profesional, Sherpa contó desde Madrid que ha visitado Caracas en tres ocasiones. Cada una le hizo ser testigo de una etapa distinta del país sudamericano, que ha sido uno de los que mayores cambios sociales han sufrido en el último medio siglo.
De los ochenta –remarcó el músico que al igual que Waters y Gillman mantiene una banda solista– guarda “un maravilloso recuerdo”.
“Los fines de semana, especialmente por la noche, estaban los restaurantes a tope, las discotecas a rebosar, las autopistas con un tráfico incesante la madrugada”.
Sherpa –dueño de una de las voces y composiciones más creativas del rock en español– también evaluó la situación política de ese período: “Presidía entonces (Luis) Herrera Campins (1979-1984). ¿Había corrupción? ¡Seguro! Pero la gente, en general, disponía de dinero para vivir”.
Por esos años, Gillman abandonaba la banda Arkangel que había dado un giro comercial y empezaba a dar forma al proyecto que, con su nombre, adoptaría un mensaje social y una estética de cuero y metal.
La segunda vez que Sherpa arribó a la capital venezolana fue durante la segunda presidencia de Carlos Andrés Pérez (1989-1993). “Exactamente el mismo ambiente en general”, describe el músico español. “¿Seguía habiendo corrupción? ¡Seguro!”.
Y sobre la tercera y última visita que hizo, ya durante el régimen de Maduro, confiesa que dudó en ir debido a que se había pronunciado en contra de sus políticas.
Pero se decidió y, luego de 26 horas de viaje, empezó a tener una experiencia que describió así: “Un mundo pobre, sórdido, sucio, vigilado a cada poco por policías siniestros”.
En ese momento de su relato, Sherpa describe a Gillman como un cantante heavy “que se había erigido en ‘Ministro del Rock’ (...), bendecido por su gran amigo y líder”, el comandante Hugo Chávez, que lo “usaba a su antojo”.
Para Sherpa, el rock venezolano celebraba conciertos “para gloria y loor del comandante supremo de la revolución” y Gillman se había erigido en un propagandista rodeado de lujos.
Esa imagen –camiseta roja bajo la chompa de cuero y consignas socialistas sobre el escenario– Gillman la dejó ver en 2006, en la que fue su última visita a la capital, como parte del festival Quitu Raymi.
Entonces interpretó “Resistiré”, el tema que Barón Rojo grabó con Sherpa y su esposa, Carolina Cortés, en la historia del rock latinoamericano.
La versión también puede escucharse en el disco Guaicaipuro Cuauhtémoc (2003) que el venezolano grabó en directo junto a los Barón Rojo de este siglo, es decir, los hermanos Carlos y Armando de Castro, en Caracas.
Pero Sherpa reniega del “tributo”: “Esa canción está dedicada a todos los sátrapas asesinos despreciables de la humanidad –aclaró–. Justo lo usaba para gloria de su fracasada, cruel y tiránica revolución bolivariana, justo un himno que combate tiranías como la de esa revolución bananera”.
Y no vaya a creerse que todos los músicos en Venezuela apoyan al régimen. El grupo La Vida Boheme también se sumó a las quejas en el perfil de Waters: “Hello Roger, crecimos con tu música. Este mensaje va desde el amor y el respeto: estás equivocado acerca de lo que está sucediendo (...). Por favor, infórmate y no respaldes una dictadura”.
Por lo pronto, el silencio de Waters suena a rectificación y Gillman le ha dirigido una “carta abierta” –en inglés– en la que se confirma como militante revolucionario, le agradece su “apoyo al pueblo palestino, la ecología y su valiente compromiso político antiimperialista” antes de decirle que “se ha convertido en nuestra voz en el mundo y que cumple con nuestro rezo”.
Gillman coincide con Waters al señalar que el control petrolero es el objetivo de Trump, y compara la situación venezolana con la de Libia, Siria, Afganistán e Irak. Habla de una política supremacista orquestada desde la Casa Blanca, denuncia un “bloqueo asesino que está matando de hambre al pueblo e impidiendo la llegada de medicamentos” y alude a Juan Guaidó –sin nombrarlo– como “un perfecto desconocido que se ha autoproclamado presidente”.
“Solo nos queda resistir”, concluye Gillman, además de apelar a la “no injerencia en los asuntos internos de un país soberano”. Invita a Waters a su país y firmó su carta como Presidente de la Fundación Corazón Rockero. (I)