Rock Sinfónico le hizo un homenaje a Queen
Anoche se cerró otra de las ediciones del Rock Sinfónico, y fue el fin de la primera temporada de conciertos de la Orquesta Sinfónica del Ecuador (OSNE). El maestro ruso Yury Sobolev dirigió a los 130 músicos, incluidos los integrantes de la Juvenil OSNE.
Las entradas para las dos jornadas, del 7 y 8 de agosto, se agotaron el lunes pasado, por lo que cada día acudieron a la cita 700 personas, en el Palacio de Cristal del parque Itchimbía.
“En los proyectos como este, más de la mitad del éxito depende del arte del arreglista”, anticipaba Sobolev antes del evento que ya está en la memoria del público quiteño. “Los buenos arreglos nunca estarían en contra del original, podrían enriquecer por sus colores lo que estaba escrito solo para tres o cuatro instrumentos”.
El repertorio se inició con “Rock You Like a Hurricane”, de los alemanes Scorpions, banda que tocará en el país por primera vez el 12 de octubre.
Para Sobolev, la orquesta es una suerte de instrumento complejo, de gran poder. Y eso se notó en sus versiones de “Nothing Else Matters” unida a “Enter Sandman” (Metallica) además de otros clásicos de Eagles, Bon Jovi, Soda Stereo, Kiss, Toto o AC/DC que ya habían interpretado en años pasados.
“La idea de rock sinfónico es demostrar que la música popular de los siglos XX y XXI no apareció de cero, tiene mucho en común con el arte anterior”, señalaba Sobolev.
Uno de los puntos más altos de las dos noches tuvo a la violinista ucraniana Mariya Melnychuk recorriendo las notas que compuso Slash para “Sweet Child O’ Mine” (Guns N’ Roses) en 1987. Luego apareció el solo de batería de Cristian Orozco. Y antes del interludio estuvo “The Final Countdown”, de los suecos Europe.
Tributo a Queen, voces incluidas
El violín eléctrico de Martha Psyko -quien como solista ha interpretado otras versiones con gran popularidad- se apreció en “Don’t Stop Me Now”, de Queen, banda a la que el ensamble dedicó la segunda parte de su repertorio.
En el concierto, que duró dos horas, el contrabajista Pablo Solís fue el único que apareció con vestimenta de Freddie Mercury (1946-1991), recibiendo los aplausos de la primera fila.
“El proceso del crecimiento del interés a la música clásica no es rápido”, ha explicado Sobolev, por lo cual los ensambles de este tipo pueden constituir un acercamiento a la música clásica y a la llamada académica.
“Que el rock y otros géneros populares estén por encima de lo clásico es inevitable en nuestro tiempo”, considera el maestro ruso, “ya que el arte cambia como la vida en general”.
Estos representantes de la “alta cultura” no se encaminan a cambiar las tendencias actuales, sino a “elegir los mejores temas y añadir los colores de la orquesta, que no es algo antiguo, museal; es algo vivo y digno de respeto”.
La soprano Tatiana Gorriti y el cantante Darwin Guamba fueron las voces principales del ensamble y entre los temas interpretados -que compusieron el guitarrista Brian May y los suyos a partir de 1970- estuvieron “Another One Bites the Dust”, “Under Pressure”, “I Want to Break Free”, “Radio Gaga”, “We Will Rock You”, la compleja “Bohemian Rhapsody” o “We Are The Champions”.
Los arreglos reflejaron el espíritu de rock incluso en los melodiosos “The Show Must Go On” y “Love Of My Life”. Además, los timbres coincidieron con batería y guitarras de modo natural, en un equilibrio que devela la rapidez con que los músicos aprendieron el repertorio y el conocimiento que ya tenían sobre este, además de su gusto rockero.
El brillo del concierto estuvo aderezado con dos guitarras eléctricas, y la combinación de la batería tradicional del rock con la percusión de la orquesta sinfónica, concluyó Sobolev.
Formar los cuernos con la mano -un símbolo popularizado por el cantante Ronnie James Dio- fue una muestra que Melnychuk hizo de la cercanía entre las notas clásicas y las que compusieron los máximos exponentes del rock and roll. Y hubo espectadores que se harán asiduos a cada edición del Rock Sinfónico, como Fanny Flores y su hijo Jonás, de 7 años. (I)