Hay una realidad aparente que ha hecho que varios periodistas se sientan fuera de lugar: las redacciones ya no son como antes y todo el mundo anda publicando por ahí lo que —cree que— pasa. Antes de subirse al avión que lo trajo desde España, Miguel Ángel Bastenier (Barcelona, 1940) escribió —en El País, su casa-cuartel desde 1982— que «la redacción ha emigrado al éter, ya no es el cenáculo que te acunaba y abroncaba, y el periodista transporta en sus metafóricas alforjas una idea o mejor una práctica de redacción allí donde vaya». El maestro trajo a Ecuador la redacción consigo para definirle a un puñado de reporteros —de Quito, Bahía de Caráquez y Guayaquil— un término que acuñó desde que es articulista y editorialista, hace una década: agenda propia. «Aquello que el lector encontrará tan solo en el periódico de sus preferencias», la explicación de la realidad, esa que jamás se encuentra en boletines o ruedas de prensa. Bastenier tiene el saber de una redacción a cuestas —tabacos y bolígrafos incluidos— pero lo que intenta este diálogo es cuestionarlo, acaso uno de los principios de toda entrevista es hacer que el entrevistado piense las cosas de formas que no había imaginado o que, al menos, afirme otras. ¿Cómo se deben conjugar el espacio y el tiempo necesarios para escribir la «Agenda propia» sin perder la rapidez que requiere la redacción de noticias? Es imposible. Para desarrollar la agenda propia hay que dedicarse a ello desde el primer día. Es periodismo de investigación, no puedes hacer eso y diarismo al mismo tiempo. Tienes que estar en un periódico en el que se te permita formarte, buscar, estar con los mejores, aprender de ellos, trabajar a las órdenes de un buen editor, investigar y hacerte una agenda. Eso lleva años y, en un momento dado, no sé cuándo —porque no se puede medir tan fácilmente— estarás en condiciones de hacer periodismo de investigación. Pero eso es incompatible con la prensa de todos los días. ¿Existe la «literatura bajo presión» de la que han hablado los cronistas mexicanos Fernando Benítez y, luego, Juan Villoro? Es eso que llaman periodismo literario y nadie sabe lo que es. La crónica es un invento de la Fundación de Gabo (se refiere a la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano, de la que es maestro) para hacerse publicidad propia. Está bien potenciar lo propio pero (el género) no tiene unos contornos definidos para nada. La crónica, en la práctica, sería un reportaje con ínfulas literarias, conseguidas o no. Usted tiene su propia definición de los géneros periodísticos... Son claros: el reportaje, que es el periodista yendo adonde están las cosas; y lo que yo llamo nota seca es el trabajo de la redacción, que no interesa ya a la gran prensa, de ninguna manera, pero es una técnica que hay que dominar. En América Latina, como se llenan los periódicos de teletipo y agencia por todas partes, pues, por fuerza, hay que saber manejar todo eso. Pero los grandes periódicos no publican agencias ya. El País no lo hace ya y el Financial Times hace muchos años que tampoco. Si le dices a alguien del New York Times (NYT) que te enseñe un cable de agencia, se muere del susto pensando que vienes del planeta Marte. * A ocho semanas de que se den las elecciones presidenciales en Estados Unidos, el editor de estándares del NYT, Phil Corbett, envió un memorando a todo el diario—por segunda ocasión en tres meses—, recordando a sus reporteros que les está prohibido opinar en redes sociales sobre política: «Los empleados de la sala de redacción del Times —escribió Corbett— deben evitar la editorialización desde sus cuentas personales, ya sea para respaldar a candidatos o promover sus propios puntos de vista políticos». Bastenier —quien está sentado en el lobby de un hotel desde donde se ve Guápulo a través de la lluvia— suele mostrarles a sus alumnos la portada del NYT para indicarles que ese diario se destaca, entre otras cosas, por publicar su agenda propia. ¿Es legítima la advertencia en forma de recordatorio que acaba de hacer el New York Times a sus reporteros? Vamos a ver, si el redactor se niega a obedecer al NYT, no va a haber ninguna represalia legal contra él, no hay ninguna ley que diga que el director de un medio puede pedir que sus redactores hagan esto o lo otro. Pero pueden despedir al redactor que no obedece, evidentemente que sí. Me parece bien que se observe una neutralidad máxima en el tiempo que falta hasta las elecciones de  noviembre. Estoy de acuerdo. No es que puedan hacerlo porque la ley dice que pueden, sino que son tus jefes de negocio, de tu empresa; si no te interesa, vete a otro periódico. ¿Qué harían los organismos que son garantistas de la libertad de expresión en el caso de que haya un despido de quien opine allí? Vivimos en un mundo capitalista, incluido Ecuador. En las empresas manda el que manda, y hay cosas que no te las pueden mandar y cosas que sí. Opino que está perfectamente dentro de la lógica y el derecho de la dirección del NYT el pedir a sus redactores que, en este tiempo que falta hasta las elecciones presidenciales, no ventilen sus puntos de vista personales porque perjudican al periódico, joder. Por eso les piden esto a los reporteros. ¿Es la libertad de expresión menos importante que perjudicar o no al periódico en que uno trabaja? Pues, francamente, esa libertad tiene otros momentos para expresarse mucho más interesantes que este. Pero, de todas maneras, que haga cada uno lo que quiera. El País nunca nos ha pedido, a sus redactores, que no expresáramos nuestro punto de vista en la redes sobre ningún tema. Que cada uno se la monte como quiera, no estoy diciendo que tenga que ser así por fuerza. En la cobertura de la visita de Donald Trump a México o de toda su campaña, ¿de qué manera los medios deben afrontar la xenofobia de su discurso? Los medios tienen una parte editorial, ahí dicen lo que les da la gana. La información no tiene que ser neutral, sino imparcial, con Trump y con quien sea. ¡Que sea él quien se condene con las cosas que hace y dice! No hace falta decir «el desgraciado de Trump que es un fascista y no sé qué...». Que pongan eso en el editorial si quieren, me tiene sin cuidado, pero la información tiene que ser de lo que el periodista capta que son las cosas, sin preferir nada ni ir a favor de nadie. Eso no es hacer periodismo neutral, ¿eh? Lo neutral, si es buen periodismo, no existe porque los hechos no son neutrales nunca. Digo, como un ejemplo caricaturesco, para que se me entienda, que el periodista no prefiere a (Adolfo) Hitler ni a la Virgen María, pero expliquemos quiénes son. Los hechos definirán en qué cuadro o marco nos tenemos que mover para pensar quién era uno y quién era el otro. Políticos ecuatorianos han criticado la existencia de una ‘prensa mercantilista’... Toda prensa aspira a ser rentable. Eso de ‘mercantilista’ es totalmente peyorativo, habrá algún caso que se ajusta a esa apreciación y otros, afortunadamente, no lo serán. La prensa aspira, con todo el derecho del mundo, a ganar dinero. Entre otras cosas porque un periódico que gana dinero es más libre que el que no lo gana. ¿En qué sentido es más libre? Es más libre en todos los sentidos. El que pierde se entrega a gente y a poderes y a gobiernos para que tapen los huecos, para que salven los déficits. Está clarísimo eso. No digo que así sea por fuerza, digo que puede serlo: un periódico que gana dinero es más independiente, puede permitirse el lujo de serlo más que el que lo pierde. El medio que pierde dinero, pues tiene que estar buscando una subvención, y pedirle eso a alguien es estar perdido o, en todo caso, es perder algo muy importante. Aquellos periódicos latinoamericanos que viven de la publicidad gubernamental son medios que no son tal. Serán periódicos, pero de segunda. Planteémoslo de otro modo: se ha repetido mucho que la prensa que gana dinero lo hace por haberse vendido a un grupo de empresas en particular, del que se vuelve dependiente de forma inevitable... Cada caso es cada caso. Me niego a generalizar. Las empresas tienen derecho a ganar dinero, el lector tiene derecho a dejar de leer un periódico porque no le gusta. Ya está. La sanción la tiene el lector, que si cree que un periódico está vendido a no sé quién, pues que se compre otro, ninguno o váyase a esa tontería del periodismo ciudadano. Dedíquese a leer lo que escriben en las redes quienes no sabemos quiénes son, sin ninguna garantía de nada. Se están buscando recetas para todo y no las hay. Todo es mucho más sencillo de lo que parece. Hay periódicos vendidos a quien sea, otros mucho menos vendidos... Cada caso es particular. ¿Por qué se sigue publicando información basada en ruedas de prensa en América Latina si, como usted ha dicho, no están hechas para informar sino para defender los intereses de quien las organiza? Las ruedas de prensa son una tontería que no sirve para nada y las siguen publicando por pereza. En vez de hacer periodismo, eso es llenar periódicos. Habrá excepciones, claro, pero esto se da porque es lo que cuesta menos. Con siete ruedas de prensa tienes resueltas varias páginas al día y eso es mucho más barato que investigar, que buscar información de verdad. Como dijo (George) Orwell en 1984: «Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto es propaganda». Las ruedas de prensa son la publicación de lo que sí se quiere que se sepa, pero eso tiene mucho menos interés que aquello que te ocultan prácticamente todo el tiempo. A todo lo que yo diga habrá excepciones, claro. Pero, en líneas generales, lo arcano, no desconocido sino deliberadamente ocultado, tiene mucho más interés para un lector que aquello que te convocan para decírtelo. ¿Qué interés tienen los españoles, en este momento, sobre las historias tras los crímenes de la Guerra Civil (1936-1939) y el franquismo? Muy poco. Hay una Ley de Memoria Histórica que, de nuevo, pide que se exhumen los restos, lo que sea posible, de gente que es buscada por sus parientes vivos, pero España está preocupada por la crisis económica, por cosas muy concretas, no por eso. Si hay desinterés sobre ese tema, ¿no es responsabilidad de los medios ponerlo en tela de debate al tratarse de la memoria colectiva? Sí, pero ya se pone de relieve. Yo leo montones de informaciones sobre ese tema, que no me interesan nada. Por otra parte, yo no tengo ningún pariente que esté enterrado en ningún sitio, que yo sepa. Lo que les preocupa a los españoles es el negocio diario, ganarse la vida, como en todas partes. Sí hay una minoría afectada y muy respetable, evidentemente, que quiere que se sigan buscando restos de personas fallecidas o asesinadas, fusiladas o lo que sea. Es legítimo y está bien, pero no es un gran tema, es un tema menor. No veo ningún inconveniente en que la prensa le haga eco, en El País ha salido un montón de información sobre eso. * Hay periodistas que llaman a Bastenier «maestro de maestros» aunque no hayan recibido sus clases. A mediados de 2014, Juan Carlos I abdicó, y el periodista —que prefiere los cigarrillos de la marca Camel y no reniega de usar camisa aunque desprecia las corbatas— escribió la columna ‘Un rey para Latinoamérica’: Los Reyes de España están para cortar crisantemos, besar niños multiétnicos, y mostrar toda la afabilidad de que es capaz la antigua metrópoli; como un vendedor de aspiradoras de lujo. Felipe VI no solo tendrá que seguir ese camino, sino que habría de convertirlo en pieza esencial de su reinado, si los españoles no deciden otra cosa. Para reinar en el siglo XXI hay que saber ser el Monarca, por supuesto sin corona, de toda América Latina. A las muchas interpretaciones que produjo, le siguieron las descalificaciones, sobre todo de latinoamericanos, unos viejos conocidos, pero hubo otros que el articulista no hubiera querido conocer. ¿Qué costo tuvo publicar ese texto? A mí, en la vida, El País me ha dicho nada sobre alguna publicación, ni que publicara sí o no, que quitara esto o lo otro. Nunca ha ocurrido eso. Esa fue una columna que se malentendió. A lo mejor, fui yo el culpable de que se malentendiera. Evidentemente de lo que quería hablar es de un Rey que se preocupa de América Latina. Hubo gente que replicó, otros no entendieron y hubo quien me defendió también, aclarando que no quise decir lo que interpretaron muchos. ¿Debería el Rey preocuparse por América Latina o debería seguir preocupándose por quedar bien ante América Latina? Un Rey de España tiene una vinculación con este continente de servicio, de interés, de desvivirse por..., hacer todo lo que esté en su mano. Existe una vinculación histórica, esa es mi opinión. Pero el Rey de España que haga lo que le dé la gana, si no le gusta América, pues que se dedique a otra cosa. Lo que yo decía es que este nuevo Rey (Felipe VI) sentía particularmente a esta región, la conocía bien, la había recorrido de arriba abajo y era un elemento favorable a los intereses, genéricamente hablando, latinoamericanos. Hubo quien no entendió eso y asumió que yo dije que se volvería a reinar sobre América Latina. Una idiotez, cómo se puede decir semejante estupidez, cómo se puede pensar eso. El Rey no tiene ningún poder sobre América Latina que no sea querer a sus habitantes. Tiene el poder de serles útil. Ese era el sentido que tenía mi columna. Usted dijo ahí que «Juan Carlos I ha sido el primer y único monarca español en visitar el vasto continente de nuestra lengua», una lengua de la que nos hemos apropiado en América (la resignificamos), incluso por ser mayoría frente a España, donde se originó... Lo primero que digo en mis clases es que nadie se crea que yo vengo aquí a tratar de imponer el español peninsular, cada uno ha de escribir con arreglo a unos modismos y unas formas propios de cada país, dentro de lo que la Real Academia considera correcto, porque si no tenemos un canon general que sirva para todos, desaparecerá el castellano en cincuenta o cien años y me parece que no nos interesa que desaparezca.