Letras
Invocando (otra vez) a Bolaño: La literatura como sesión espiritista
Mucho se ha escrito y se escribirá sobre Roberto Bolaño Ávalos (1953-2003), escritor chileno, mexicano, español, catalán, en fin, iberoamericano… Después de su muerte su legado no deja de generar más publicaciones. Pocos meses antes de morir le entregó a su editor Jorge Herralde el libro El gaucho insufrible (2003) que habría de ser su último libro publicado. En los siguientes años aparecieron siete libros, entre los que se encuentran El secreto del mal (2007), El tercer Reich (2010) y Los sinsabores del policía (2011), textos que fueron rescatados del disco duro personal del autor fallecido.
El jueves 3 de noviembre se publicó El espíritu de la ciencia ficción, novela fechada en Blanes en 1984 y que forma parte de sus años de formación en los que estaba obsesionado con los juegos de guerra, el nazismo y obviamente la ciencia ficción. La publicación coincide con la encuesta de diario El País que ubicó a 2666 como la mejor novela en español de los últimos veinticinco años y Los detectives salvajes como la tercera mejor narración de largo aliento.
La obra corresponde a la época anterior a la compra de su primer ordenador personal y ha sido rescatada de tres cuadernos espirales que responden a una mecánica usual de trabajo: apuntes, borradores, índices, diálogos, frases sueltas. La etapa final fue omitida: la usual transcripción a máquina que el autor solía realizar no se dio pues siempre consideró a esta obra un borrador menor.
La gran novedad es que la más reciente novela del chileno aparece bajo el sello de Alfaguara. Se trata de una operación económica que involucra a Carolina López, la viuda de Bolaño, y a la agencia literaria de Andrew Wylie en una transacción que frisa el medio millón de euros. Los veintiún libros del narrador serán reeditados con este sello de Random House (ya circulan Los detectives salvajes y 2666). Wylie, mejor conocido como el Chacal, es el agente más influyente del mundo editorial.
Su apodo obedece, no solo a su modus operandi (por algo desbancó a Carmen Balcells), sino que su círculo exclusivo de clientes está conformado por Roth, Pamuk, Tabucchi, Magris, Cabrera Infante y Jorge Luis Borges. Los servicios del Chacal fueron supuestamente requeridos por la viuda porque esta deseaba desvincular a Bolaño de su editor y su albacea.
Los entretelones de ese cambio de editor son telenovelescos. Ignacio Echevarría, designado por su amigo Bolaño como el consultor de todos los asuntos relacionados con su obra, no prologa El espíritu de la ciencia ficción. Su lugar lo ocupa Cristopher Domínguez Michael. Según denuncia Echevarría en la Revista El Cultural (23-09-16) se trata de un proceso de borradura (ejercido por la viuda) de todos aquellos que tienen comunicación con Carmen Pérez de Vega, la mujer que vivió con el chileno durante los últimos seis años de su vida. El crítico español asevera que «todo invita a sospechar que había un designio previo de arrancar a Anagrama la obra de Bolaño» y que las razones no son económicas, pues no se le permitió a Jorge Herralde presentar una mejor oferta económica para conservar a Bolaño en su catálogo.
Fue así como la relación cordial entre la viuda y el albacea honorario se marchitó. Muy atrás quedó el gesto de la exesposa de buscar inmediatamente a Echevarría, apenas muerto Bolaño, para confiarle una copia del disco duro de su computadora personal. De manera muy diligente el crítico español se encargó de bucear en ese maremágnum y alumbrar algunas de las obras que han visto la luz durante la última década, incluyendo 2666. Tal parece que Echevarría no tendrá nunca más acceso al baúl de inéditos de su mejor amigo.
Cual villana de telenovela la viuda ha interpuesto una demanda millonaria contra la conviviente de su exesposo (la acusa de revelar detalles de la agonía de Bolaño cuando estuvo esperando un trasplante de hígado) y se encarga de vetar cuanto material sobre Bolaño quiera ver la luz. Desde Perros habitados por las voces del desierto (México, Aldus, 2004), antología de poesía infrarrealista, en la que los poemas de Bolaño son reducidos a páginas en blanco donde únicamente aparecen sus títulos porque la viuda triste impidió la reproducción, hasta impedir la circulación fuera de Chile de Bolaño por sí mismo (Santiago, Universidad Diego Portales, 2006) pese a que Herralde ya había adquirido los derechos para Anagrama. ¿La razón por la que Carolina López realizó la prohibición? El agradecimiento velado que el compilador Andrés Braithwaite le hace a Carmen Pérez de Vega en el prefacio.
López, de pocas apariciones públicas, no se ha quedado callada ante estos temas. En la revista norteamericana The Believer (junio de 2014) da una entrevista en la que en todo momento señala cuánto le debe su difunto esposo a ella: «Durante muchos años fui su único lector. Hasta el final de sus días, yo era la única persona autorizada a leer su obra antes de enviarlo a su editor».
Desde su fallecimiento en 2003 el escritor ha publicado siete obras, cifra que lo sitúa cerca de Franz Kafka. La obra recién editada la semana pasada es la que más va a dar que hablar (y escribir) porque coincide con el cambio de editor y la republicación de todas sus obras en formato físico y digital.
Para hacer más atractivo cada producto editorial, Alfaguara ha insertado en la parte final de cada libro una serie de facsímiles de los cuadernos de trabajo del escritor (2666 y Los detectives salvajes tienen esta novedad al igual que la novela que vamos a comentar). Este es el valor agregado del descomunal marketing librero: fragmentos del proceso creativo de una novela que el lector ya conoce o que está por conocer. Esta estrategia editorial de interpolar anexos recuerda a la exposición «Archivo Bolaño» del Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona de junio de 2013. Este evento que se dio por los diez años de la muerte del autor contenía novelas, cuentos, poemas, cuadernos, correspondencia, fotografías familiares, revistas y fanzines, su biblioteca personal, entrevistas y hasta juegos de estrategia.
El espíritu de la ficción
Este libro póstumo de Bolaño pone sobre el tapete una vieja discusión. ¿Se debe o no publicar post mortem obras a medio hacer o borradores completos? Está el caso de El original de Laura (2010) de Vladimir Nabokov que constituye un puñado de fichas que bosquejan poderosas líneas dramáticas. Dimitri, el atrevido hijo del autor de Lolita, es el responsable de haber editado esos bosquejos desobedeciendo las órdenes de su padre de destruirlos. Islas en el golfo (1970) de Ernest Hemingway es otro caso célebre al igual que El rey pálido (2011) de David Foster Wallace. Todo Kafka tiene su Max Brod rondando por las esquinas del reino de los inéditos. Al igual que los baúles de Fernando Pessoa que cada cierto tiempo da luz a una que otra joya, el arcón de Bolaño también parece no agotarse.
La parte de Archimboldi, la última novela de la saga 2666, fue publicada incompleta. Los sinsabores del verdadero policía se editó inacabada. Lo mismo sucedió con ese menjurje llamado El secreto del mal. ¿Qué sentido tiene publicar a Bolaño a manera de tajos? Primero, hacer dinero; segundo, complacer a un público cautivo y cautivado por el escritor que con toda seguridad va a comprar sus obras. Con el descomunal éxito editorial que ha tenido en inglés, que tan bien describe Wilfrido Corral en su libro, el interés por Bolaño no deja de crecer. Este año se estrenó la obra de teatro 2666 de doce horas de duración, en el Festival de Avignon. Lo único que le falta al chileno es hacer el cross over definitivo al mundo de la cinematografía (ya hay una versión italiana de Una novelita lumpen y está en México el proceso de preproducción Los detectives salvajes).
Otro punto álgido que toca esta publicación novelística es el debate ético sobre si se debe publicar o no una obra que el autor no quiso editar en vida. No es la primera vez que se contradice la voluntad de Bolaño. Tenemos el caso de 2666 que el escritor quiso que fuese publicada de manera fragmentaria. Ya que la saga contenía cinco novelas, cada una debía publicarse de manera anual, pero la viuda y el editor decidieron que lo mejor era publicarlo todo en un solo tomo. La explicación que dieron sonaba más o menos coherente: para preservar la unidad de la saga era mejor publicarla de un solo envión. Alguien con memoria podía alegar que El señor de los anillos se publicó en tres partes cuidadosamente bien planificadas. Más coherente es la cuestión económica: publicar todo en un solo tomo aumentaba el paginaje, el precio de cada libro y también el mito.
El espíritu de la ciencia ficción tiene 223 páginas. Novela de iniciación. Bildungsroman. Novela para iniciados. Receptáculo de las grandes obsesiones de Bolaño: los juegos de guerra, las reseñas de poesía, los robos de libros de las librerías, la búsqueda de los maestros, las sesiones de talleres literarios, las caminatas interminables por el paisaje urbano del DF. Obra primeriza escrita a los 31 años con algunos diálogos amorosos que rozan lo kitsch. De armazón elemental con sus episodios yuxtapuestos. Dos personajes menores de 20 años: Jan Schrella y Remo Morán. Como es de esperar cada capítulo corresponde a un personaje. Ambos son lectores omnívoros en los géneros que les interesan y pertenecen a la Universidad Desconocida. Mientras Remo va a un taller literario cuyas sesiones son hilarantemente descritas, Jan le escribe cartas (a sabiendas que no tendrá respuesta) a Ursula K. Le Guin, Robert Silverberg, Forrest J. Ackerman, Philip José Farmer y otros exponentes de la ciencia ficción. Cierra la novela el capítulo «Manifiesto mexicano», una prosa amatoria que tiene como escenario los baños públicos de vapor del DF. Una versión de este texto ya fue incluida en el tomo de la poesía completa La Universidad desconocida (Anagrama, 2007).
¿Por qué la ciencia ficción? Bolaño siempre fue un perseguidor de utopías. Como gran lector omnívoro, encontró en el género los mundos posibles que necesitaba para crear los basamentos de su universo. Es importante que esta, una de sus primeras novelas, sea un homenaje tan sentido y sentimental a la ciencia ficción. Es la época de Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de James Joyce (1984) que escribió a cuatro manos con A. G. Porta y de El tercer Reich (1989). La búsqueda de un maestro y una voz personal lo llevó a un género que necesitaba despegar sus pies de la tierra de la literatura. La ambición de llegar a la novela total lo hizo buscar y rebuscar en esos escritores que forman parte de un cenáculo legendario.
La enciclopedia en línea de la ciencia ficción incluye a Bolaño como autor de ciencia ficción. En una de las entradas se reseña brevemente La literatura nazi en América Latina (1996) como un libro-artefacto que viaja en el tiempo proveniente de un futuro cercano. Nazi literature in the Americas, como se le conoce en inglés, es una enciclopedia de biografías de apócrifos escritores fascistas que vivieron en el siglo XXI. La enciclopedia no menciona los nombres de los tres escritores de Sci-Fi: J. M. S. Hill, Zach Sodenstern y Gustavo Borda. Este último es de origen guatemalteco y constituye un antirretrato monterrosiano. La misma entrada enciclopédica señala a 2666 como una protonovela de Sci-Fi con tintes apocalípticos.
En la obra miscelánea Entre paréntesis (2004) ya hay señales de Bolaño por la fascinación que tenía por la ciencia ficción. Basta revisar en ese libro de artículos el fragmento dedicado a su maestro Philip K. Dick para entender la idolatría por la Sci-Fi. El chileno lo considera el padre de muchos escritores y cineastas. Y en todo momento demuestra un conocimiento cabal del autor al que admira. Quizá esto es lo que buscaba Bolaño en el género: pistas para la construcción de un universo magno de difícil desentrañamiento. La ciencia ficción es el espacio literario en el que más riesgos han corrido los escritores en cuanto a extensión y poder de fabulación. De hecho, Los sinsabores del verdadero policía está dedicada a Philip K. Dick (y a Manuel Puig) y 2666 tiene en uno de sus cuadernos originales el subtítulo de «A non science fiction novel». Es decir, siempre estaba pendiente del género inclusive para negarlo.
Ignacio Echevarría da claves de una poética de lo inacabado en el prefacio que escribió para El secreto del mal: «Bolaño rara vez comenzaba a escribir un relato sin anteponerle un título, instalándose a partir de ahí en un tono y atmósfera bien definidos, de tal modo que su escritura, siempre cautivadora, apenas revela fallas ni vacilaciones. Pasa así como cuando uno lee los cuadernos y legajos póstumos de Kafka, tropezando a cada paso con formidables arranques narrativos que se interrumpen de súbito». Estas pistas bien pudieran ayudar a desentrañar la más reciente novela del chileno.
El espíritu de la ciencia ficción es el resultado de una sesión editorial espiritista presidida por Carolina López. Se ha invocado a un espíritu de principios de los años ochenta en los que la formación literaria de Bolaño aún estaba en proceso. Leer este libro menor de un escritor mayor es adentrarse en un museo de la novela de lo eterno. Habrá que estar atentos para ver qué nuevos espíritus son invocados desde el interior del baúl de los inéditos.
El espíritu de la ciencia ficción es el tercer inédito inesperado que no procede de la computadora del autor, sino de manuscritos previos que Bolaño llenó con su pequeña y apretada letra en libretas escolares. Estos manuscritos se incluyen al final del libro.