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El Telégrafo

Honoris causa

30 de abril de 2014

Grave error trivializar lo trascendente para quien se precie de ser intelectual serio. Deleznable actitud condicionada por las bajas pasiones que entorpecen el pensamiento, alteran la creatividad, ensombrecen la imaginación y deforman la lógica. Innoble la intención del humorista gráfico el querer resaltar una falencia administrativa del sector educativo con imágenes grotescas y burdas frases acomodaticias que afectan el sensorio y la sensibilidad estética.

Condena a la ignominia al caricaturista que pretende transformar en jocoso, risible, cómico, todo aquello que signifique oportunidad de liberación a su espíritu torvo atrapado por la tortura del odio. Distancia enorme separa al humorista profesional que conoce de lo paradojal e incongruente entre la abstracción y la intuición, de aquel que desconoce este fundamento teórico de la risa.

El reciente doctorado honoris causa entregado al presidente Rafael Correa Delgado por la Universidad de Barcelona, en reconocimiento a sus indiscutibles méritos académicos y  trabajo denodado en favor de las grandes mayorías históricamente desatendidas en sus necesidades básicas y relegadas de oportunidades de desarrollo, debiera generar orgullo en cada ecuatoriano por tan significativo grado académico.

Independientemente de simpatías personales y banderías políticas, la concesión universitaria debe ser valorada desde el dominio del amor a la verdad y el valor para defenderla, enseñanza fundamental al interior de los claustros universitarios, aprendida y defendida por el presidente Correa bajo toda circunstancia y riesgo.

Resulta intolerable que se juegue con las palabras y se soslayen significados con resultados nada risibles.

César Bravo Bermeo

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