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El Telégrafo

Eloy Alfaro, frente al Día Internacional de la Mujer

10 de marzo de 2014

El despertar femenino comenzó  a recorrer el orbe con relativa fuerza a partir de 1905, gracias a que radicales ciudadanas europeas exigían el derecho al voto, el acceso a cargos en la administración pública y el derecho a trabajar sin discriminaciones en su entorno. Con ese espíritu, en 1910 se celebró en Copenhague la segunda Conferencia de Mujeres. Esta vez con notorio éxito, con la participación de más de 100 féminas de 17 países, donde con altivez reclamaban sus derechos. En este histórico evento, la alemana Clara Zetkin propuso que el  8 de marzo sea declarado Día Internacional de la Mujer Trabajadora. El petitorio trascendió y luego se logró.

Este evento y determinación ocurría en 1910. Ya en  Ecuador, sin presión de ninguna naturaleza, es decir sin que existan  manifestaciones de parte interesada, sino a consecuencia de criterio y conciencia superior, el  2 de junio de 1897, el general Eloy Alfaro Delgado, en ejercicio de la presidencia de la República del Ecuador, en una intervención en el Congreso expresó, entre otras cosas, lo  siguiente: “Nada hay tan doloroso como la condición de la mujer en nuestro país, donde, relegada a los oficios domésticos, es limitadísima la esfera de su actitud intelectual y más estrecho aún el círculo en donde pueda ganarse el sustento independiente y honradamente. Abrirle nuevos horizontes, hacerla participar en las manifestaciones del trabajo compatible con su sexo, llamarla a colaborar en los concursos de las ciencias y de las artes; ampliarle en una palabra, su campo de acción, mejorando su porvenir es asunto que no debemos olvidar… ¿Por qué no franquearle a la mujer las puertas de los colegios y universidades, a fin de que se dedique al estudio de profesiones científicas? Y que no se diga, siguiendo el pesimismo egoísta de muchos, que estas reformas en la educación de la mujer alejan del hogar su presencia y tranquilidad. Todo lo contrario, la mujer instruida, la mujer que trabaja, tiene más eficacia en el hogar y en la formación de los hijos (...)”.

Conocido este particular, no cabe duda de que en  Ecuador tuvimos a un  adelantado, a un hombre talentoso y privilegiado, que antes de que en el mundo se levantaran con justicia las mujeres, el ecuatoriano ilustre ya lo proclamaba. Y no solamente eso, sino que lo puso en práctica. Estos datos de la historia deben ser conocidos y difundidos, con el objeto de que nosotros, los pequeños, tengamos la satisfacción de trabajar para que no se ultraje la memoria de los grandes.

Arturo Santos Ditto

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