El concepto de interculturalidad supone una relación recíproca entre dos o más culturas, una relación armónica entre diversas costumbres, un intercambio de perspectivas y conocimientos que se da en el marco de una relación de equidad y respeto. Históricamente, las dinámicas sociales entre distintos pueblos y culturas se han dado, en muchas ocasiones, en un contexto de dominación y sometimiento. Es decir, bajo una situación de desigualdad de poder. Así fue -y ha sido- la dinámica que se impuso por parte de los conquistadores sobre los pueblos originarios, es por este motivo que las culturas mestizas de nuestra América siguen los modelos que nos marca Occidente; aun así, la resistencia de los pueblos indígenas y la persistencia de su sabiduría ancestral han permitido que se mantenga en el tiempo la esencia de sus conocimientos y tradiciones, a pesar de la implacable persecución de la que han sido objeto. Dentro de los saberes ancestrales, quizás el conocimiento que mayor oposición ha debido soportar es la medicina tradicional, que está intrínsecamente ligada a su espiritualidad y cosmovisión. Primero sufrió la demonización por parte del credo católico y posteriormente fue desestimada por la medicina moderna. Los chamanes aprenden sobre las plantas medicinales, el uso de cantos e instrumentos musicales para la sanación, astrología y espiritualidad. Foto: Cortesía: Ministerio de Cultura Para las culturas de los pueblos de Abya Yala la enfermedad está directamente relacionada con desequilibrios que van más allá de este plano físico y de la manifestación corporal de una patología dada, ya que se trataría del resultado de un desequilibrio energético en la persona. Esto marca una gran diferencia entre la aproximación que se da desde la medicina alopática y la de la medicina ancestral respecto a la enfermedad y sus posibles tratamientos. La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la medicina tradicional o ancestral como “el conjunto de conocimientos, aptitudes y prácticas basados en teorías, creencias y experiencias indígenas de las diferentes culturas, sean o no explicables, usados para el mantenimiento de la salud, así como para la prevención, el diagnóstico, la mejora o el tratamiento de enfermedades físicas o mentales”. Si bien la ciencia moderna no acepta las premisas fundamentales en las que se basa la medicina tradicional, las estimaciones de la OMS -que calculan que hasta el 80% de la población de los países en desarrollo acude a la medicina tradicional como forma de atención primaria- han llevado a la organización a impulsar, desde hace más de una década, una estrategia para la adecuada incorporación de la medicina tradicional dentro de los sistemas de salud pública de los países miembros. Dentro de los pueblos andinos los yachaks o sabios, mamas y taitas, son los herederos de prácticas milenarias, personas encargadas de la salud física y espiritual de sus comunidades. Para cumplir ese rol se preparan desde la infancia siguiendo las instrucciones y enseñanzas de sus mayores, quienes los guían para que desarrollen los conocimientos y habilidades necesarias para poder colaborar con sus hermanos enfermos y que recobren el equilibrio y la salud. Aprenden sobre plantas medicinales y cómo prepararlas, sobre el uso de cantos e instrumentos musicales para la sanación, sobre astrología y espiritualidad. Hay quienes piensan que el aspecto esencial que diferencia a la medicina ancestral de la medicina alopática es que la medicina tradicional es totalmente natural y no utiliza nada procesado. Sin embargo, si consideramos que los medicamentos procesados son comprimidos en los que se han extraído principios activos que se encuentran en la naturaleza para lograr una mayor concentración de esas sustancias, nos daremos cuenta de que, en ese sentido, la diferencia entre una medicina y la otra es básicamente el proceso de extracción. Y algo más: ya había un conocimiento previo sobre esas sustancias: el conocimiento ancestral. Los yachaks, comúnmente denominados chamanes (término originario de Oriente, que se utiliza para referirse a una persona con el poder de sanar a otros y de comunicarse con otras dimensiones), tienen una aproximación y una relación espiritual con toda la naturaleza. Son los sabios que buscan comprender el orden natural establecido por los espíritus y guían a sus comunidades para vivir en armonía con dicho orden. La salud es para ellos lo natural, al punto de que no existe una palabra en kichwa para salud. La enfermedad es un desorden, un desequilibrio que debe ser tratado de forma holística, lo que implica reconocer e intervenir también en los planos sutiles, en el aspecto energético y espiritual del universo o Pacha. Ya sea por medio de una limpia con ruda, chilca, marco, chilchil, eucalipto y flores de guanto, o con baños, ofrecimientos, brebajes curativos, terapia de sonidos o cualquier otra medicina o técnica, los yachaks consideran el aspecto espiritual en cada paso; establecen una conexión a ese nivel -tanto con el paciente como con otros seres de la naturaleza que participan del proceso de sanación- y mientras realizan las acciones en el plano físico, utilizan su intención para que tengan un efecto también en el plano energético. La medicina tradicional, lejos de la imagen folclórica que la reduce a una caricatura de sí misma, constituye un cúmulo de conocimientos, prácticas y tradiciones que son expresión y vida de una profunda cosmovisión. A pesar de que los saberes ancestrales históricamente han sufrido el menoscabo por parte de la cultura dominante, en las últimas décadas se han dado pasos importantes para alcanzar una verdadera interculturalidad. En la Declaración Universal de la Unesco sobre la Diversidad Cultural de 2001, se establece que los saberes tradicionales y ancestrales son un patrimonio cuyo valor no se limita únicamente a los pueblos originarios, sino que dichos saberes constituyen un importante recurso para toda la humanidad, ya que la diversidad cultural amplía las posibilidades de elección que se brindan a todos, y es una fuente de enriquecimiento integral, como un medio de acceso a una existencia intelectual, afectiva, moral y espiritual satisfactoria. (I)