¿Qué habilidades se desarrollan con las discapacidades?
Todos los seres humanos, en algún momento de la vida, podemos sentirnos abrumados por las dificultades que se nos presentan o por sentirnos frustrados al constatar que las cosas no son como nos gustaría que fuesen. Cada persona, desde que tiene conciencia de sí, debe aprender a lidiar con el hecho de que somos seres limitados, frágiles e impotentes frente a innumerables hechos y circunstancias que nos afectan y que escapan a nuestro control.
En un dramático retrato de Franz Kafka, realizado por la artista chileno-catalana Roser Bru, puede leerse el texto: “Vivir es vivir en libertad condicional”. El carácter rotundo de tal aseveración parece impregnar la realidad de todo ser viviente. En efecto, toda persona está condicionada, desde su concepción y durante toda su vida, por una serie infinita de circunstancias que son ajenas a su accionar y a su voluntad.
Probablemente nadie comprenda mejor este hecho que las personas que sufren algún tipo de discapacidad.
Las discapacidades, ya sean producto de alguna enfermedad o de un accidente, nos enfrentan a la realidad inequívoca de la limitación y vulnerabilidad de nuestros cuerpos. Sin embargo, son las circunstancias difíciles como estas las que ponen a prueba la entereza del espíritu humano, su voluntad inquebrantable y su creatividad infinita.
Existen dos cualidades humanas que son básicas al momento de abordar las discapacidades: una de ellas es la resiliencia, que es la capacidad que tenemos para adaptarnos y superar los eventos traumáticos y las circunstancias adversas; la segunda es la empatía, que implica ponerse en el lugar del otro, comprender la situación por la que está pasando otra persona y llegar a sentir interiormente lo que ella siente. Ambos términos provienen de la psicología y, aunque son relativamente nuevos como conceptos, se ha descubierto que como cualidades son parte fundamental de la psiquis humana y son características que históricamente le han dado a nuestra especie la posibilidad de sobrevivir y superar la adversidad.
La cualidad de ser resiliente permite, a individuos que han perdido la vista, la movilidad de uno o varios de sus miembros o que tienen algún otro tipo de discapacidad, no solo vivir sus vidas con la dificultad física y práctica que esto implica, sino también superar el trauma psicológico que se da, por un lado, como producto de la toma de conciencia de que se tiene una discapacidad y, por otro, del estigma social que lamentablemente en muchos casos aún persiste. Según estudios dentro del campo de la psicología positiva, la capacidad de resiliencia varía de persona a persona, aunque se ha observado que es una cualidad que se puede cultivar y que guarda relación con la forma en la que se asumen las dificultades, más que con la envergadura de las mismas. De hecho, es tan significativa la resiliencia que demuestran algunas personas, su capacidad de resistir y rehacerse frente a hechos traumáticos o circunstancias difíciles, que pueden incluso salir fortalecidas, aprender y beneficiarse de tales experiencias. El desarrollo de dicha capacidad está estrechamente ligado con la generación de emociones positivas -como la gratitud o el amor- que aumentan la vivencia de experiencias subjetivas gratas, refuerzan el afrontamiento activo y disminuyen el riesgo de depresión. Esto, a su vez, se relaciona directamente con la perspectiva que puede tomar la persona respecto a la situación, de modo tal que aquellas que mantienen una mentalidad optimista a pesar de las circunstancias o que tienen un propósito significativo para superar la adversidad, logran también desvelar recursos personales que hasta ese momento se encontraban latentes.
La segunda cualidad que debemos desarrollar para poder superar de la mejor manera posible las dificultades que conllevan las discapacidades es el don de la empatía. Esta es una tarea de todos como sociedad.
En Ecuador, según datos del Ministerio de Salud Pública (MSP), existen 407.485 personas con algún grado de discapacidad. El gobierno de la Revolución Ciudadana ha realizado destacados esfuerzos para mejorar la calidad de vida de las personas con discapacidad: por ejemplo. se aumentó el monto de inversión del Estado de 1 millón 105 mil dólares en el año 2008, a 184’101.000 para el año 2015 (un aumento de 1.840%); se dio inicio a la misión solidaria “Manuela Espejo”, que permitió identificar quiénes son, dónde están, y qué necesitan todas las personas con discapacidad que habitan nuestro país; se creó el bono “Joaquín Gallegos Lara” que consiste en una asignación económica mensual para los cuidadores de las personas con discapacidad severa; se emprendió el proyecto de prevención “con pie derecho: la huella del futuro” para la detección neonatal y manejo oportuno de diversas patologías congénitas; se creó el Consejo Nacional para la Igualdad de Discapacidades (Conadis) y la Secretaría Técnica de Discapacidades (Setedis), además de programas en salud, educación e inclusión económica y social. Sin embargo, todos los esfuerzos que pueda realizar un gobierno nunca serán suficientes si como sociedad no desarrollamos esa loable cualidad llamada empatía.
La empatía es una competencia emocional que debemos desarrollar si queremos construir una sociedad más solidaria e inclusiva.
Sin empatía nunca existirá una verdadera inclusión, pues es precisamente esa capacidad de sentir al otro, sentir su sufrimiento y su alegría dentro de nosotros mismos, lo que realmente nos permitirá comprenderlos, acogerlos e integrarlos colectivamente con el respeto que se merecen. (O)