Ahora hay la ‘Unidad’, o ‘La Unidad’, cualquiera de las dos. Es un nuevo resultado tangible de aquel colectivo etéreo al que se le ha denominado ‘oposición’. La Unidad no es toda la oposición. La respuesta negativa de muchos críticos del Gobierno frente a esa aglomeración política heterogénea y poco creíble es una muestra de esto. Pero también tiene sus adeptos, porque al final, el mensaje que están construyendo es el mismo de las consignas que se han gritado en las calles, el mismo que se ha editorializado, el mismo que ha logrado unir a enemigos ideológicos (si todavía tienen algo de aquello) y políticos en sus aspiraciones futuras: una elaboración en el ‘Fuera, Correa, fuera’. Es la única manera en que se puede explicar cómo están sentados, sonrientes, en la misma mesa, Ramiro González (antes prefecto de Pichincha por la Izquierda Democrática, luego ministro en el gobierno de Correa, ahora dirigente del partido Avanza), Jaime Nebot (actual alcalde de Guayaquil, sempiterno socialcristiano, ahora Madera de Guerrero), Paúl Carrasco (actual prefecto de Azuay, antes Izquierda Democrática, ahora fundador de movimientos políticos) y Marcelino Chumpi (prefecto de Morona Santiago por Pachakutik, aunque no fue representando a PK, que sigue siendo mayoritariamente de izquierda, al igual que la Conaie), además de un séquito multicolor que entró en la foto; y Mauricio Rodas, quien apoya la idea en ausencia (porque dijo tener cosas más importantes que hacer). Cualquier plan legislativo o de gobierno que pueda salir esto sería una aberración ideológica, si queda algo de eso. Pero tampoco tienen un plan, más allá que un odio común por todo aquello Alianza PAIS y Rafael Correa, lo cual es una posición común entre los críticos al Gobierno, y eso se refleja en lo que inicialmente están esbozando como plataforma común: derrotar a PAIS y derogar las enmiendas (y de paso la LOC y la LOES). Pero ganar y derogar no son un plan de gobierno. Si algo muestra, es la falta de una idea concisa y coherente sobre las necesidades del país. O, por lo menos, sobre cómo solucionarlas. Y esto porque siguen pensando que Ecuador es Venezuela, o que Ecuador es Argentina, y que nuestros problemas son los mismos y nuestras soluciones (si algo se ha solucionado en Venezuela o Argentina), por lo tanto, son las mismas. En el escenario hipotético en que ganan la mayoría legislativa en 2017 y logran derogar todo lo que quieren derogar, ¿qué pasará luego? ¿Cuál es el siguiente paso? Supongo que en un año podrán esbozar una respuesta mejor que: ‘reactivar la economía y fortalecer la democracia’, que no demuestra más que conocen un lugar común en el argot político.   Hasta desde CREO, el partido de Guillermo Lasso y quien debería ser el aliado natural de esa amalgama que han construido, ha mostrado sus dudas sobre La Unidad. “La unidad debe construirse sobre principios mínimos”, dijo César Monge, de CREO. Sus principios mínimos, traduciendo a Lasso, es un estado (aún más) burgués y una ‘sociedad de propietarios’, que es una idea perversa (y tema de otro artículo). La Unidad es, en definitiva, una idea desarticulada de políticos en busca de una tajada de poder (lo cual es, básicamente, lo que hacen los políticos), con el agravante de ser insustancial. Es una decepción para la ‘oposición’ más crítica, es una disyuntiva para CREO; y para el gran ausente, la ‘izquierda crítica’, debería ser un llamado de atención. Un llamado a construir una propuesta desde lo ideológico, no solo lo pragmático, para ver si, de una buena vez, todos muestran sus colores. (O)