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El Telégrafo
Antonio Quezada Pavón

Yoga estatal

11 de febrero de 2016

Este carnaval viajé con unos amigos a practicar submarinismo en el Belice, el más nuevo país de Centroamérica que tiene uno de los más famosos arrecifes del mundo y una muy especial formación conocida como Blue Hole que contiene milenarias y enormes estalactitas que lucen, a más de cuarenta metros de profundidad en el mar, como un bosque invertido. Pero no me voy a referir a este interesante tema, sino a la disciplinada práctica diaria de las asanas, ejercicios de yoga que una de las jóvenes del grupo realizaba en forma elástica y sincronizada. De hecho, esta chica desbordaba salud y buen humor, lo que me llevó a preguntarle más sobre el yoga, confesándole que yo sabía muy poco.  

La palabra yoga deriva de la raíz sánscrita yuj, que significa sujetar, reunir, uncir, juntar, dirigir y concentrar la propia atención para su aplicación y uso. También significa unión o comunión. Es la unión verdadera de nuestra voluntad con la voluntad de Dios. Es la adhesión de todas las fuerzas de cuerpo, mente y alma a Dios, que disciplina el intelecto, la mente, las emociones y la voluntad. Logra un equilibrio del espíritu que permite mirar la vida en todos sus aspectos con ecuanimidad. Es uno de los seis sistemas ortodoxos de la filosofía india.

Con esta explicación, inmediatamente pensé que todo buen gobierno debería estar destinado a gestionar bajo estos principios filosóficos. Este es un año electoral y el próximo estaremos con un nuevo gobierno. Y de una manera u otra recibirá al país como un diamante en bruto al cual tendrá que tallarlo, para que con sus diversas facetas reflejen cada una un distinto matiz, revelando aspectos diferentes de toda la gama de nuestros esfuerzos humanos para lograr la paz y el buen vivir. Deberá entender que, como autoridad electa, su privilegio es solo el trabajo y no sus frutos. El nuevo gobierno, idealmente, no debería permitir que su móvil sean los réditos de su acción; que no cese de trabajar abandonando todo deseo egoísta, sin que le afecte el éxito o el fracaso. Debería ser sabiduría en acción; con una vivencia diestra en realizar actividades con armonía y moderación.

Los nuevos gobernantes deberían actuar como los yoguis, nombre que se da a los que practican el yoga: mantener el equilibrio entre la comida y el reposo. Tendrán que usar la mente (manas) individual con poder y facultad de atención, selección y rechazo. Sobre todo emplear la inteligencia y la razón (buddhi) que es el estado de decisión que determina la distinción entre las cosas. Pero lo más importante será controlar el ego (ahamankara) que es el artífice del yo, el estado que certifica que yo sé. Su gestión (urtti) que es realmente dar vueltas, girar y rodar para tomar decisiones y que indica el curso de acción, deberá calmar la agitación de la mente y la energía para conducirnos hacia canales constructivos.

Nuestra mente es inquieta e inconsistente, impetuosa y obstinada, vigorosa y resuelta, y parecería que es tan difícil de contener como el viento. Ya lo dijo el Libertador Simón Bolívar: es como arar en el mar. Somos reacios al control, pero podemos ser manejados con disciplina y tomando en consideración que el bien común no necesariamente es complacer a todos. (O)

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