Respecto a la utilización de la ciencia más avanzada en Yasuní, cedo mi espacio a André-Yves Portnoff, que es director de investigaciones de la asociación científica Futuribles Internacional y profesor asociado de la HEG (Alta Escuela de Gestión) de Friburgo, Suiza; y Daniel Thomas, fundador de la Unidad Mixta de Investigación de Ingeniería Enzimática y Celular del CNRS (Centro Nacional de Investigación Científica, París), profesor de la UCT (Universidad Tecnológica de Campiégne) y presidente de la sección Biología Molecular y Bioquímica del Consejo Nacional de Universidades de Francia, que en el libro “Repensar las ciencias de la vida” (una mirada sistémica que revoluciona las biotecnologías), nos advierten: “En los países del Sur, ciertas innovaciones tecnológicas llegadas desde el Norte dejan como saldo catástrofes humanas, sociales o económicas.
En este sentido, las biotecnologías podrían tener un impacto positivo, por razones vinculadas a la cultura y a la naturaleza… Está claro que estos países no deberían encontrarse en estado de dependencia respecto de unas pocas multinacionales, y que la cooperación Norte-Sur tendría que estar equilibrada respecto de los objetivos e intereses de todos los socios. Ello es esencial, no solo para el Sur sino para toda la humanidad. Las tecnologías nunca son neutras, puesto que abren nuevas posibilidades de acción; lo que sí es determinante son las decisiones de los actores humanos, los valores que los guían en el empleo del poder aportado por el conocimiento.
Las elecciones científicas y tecnológicas, particularmente en el desarrollo y la utilización de los resultados de las biotecnologías, constituyen desafíos centrales para la democracia. Estamos directamente implicados en el tema, tanto por nuestra condición de seres biológicos como de actores de la vida social… Pero esas relaciones, porque son complejas, implican volver a pensar la materia viva de un modo menos reduccionista, más global -en una palabra, sistémico-, para evitar contrasentidos, desórdenes o hasta regresiones”.
El Ecuador, en el tema de Yasuní, tiene que demostrar si estamos por debajo de los grandes intereses comerciales, petroleros y consumistas que están destruyendo el planeta, o contribuimos a la humanidad en los temas de la salud, la enfermedad, la alimentación y la energía, con soluciones creativas y sustentables, revisando las relaciones de las ciencias de la vida.