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El Telégrafo
María Cristina Bayas

Ya lo hicieron y lo harán otra vez

02 de julio de 2023

El domingo 25 de junio, en redes sociales, se activó la campaña de Rafael Correa y sus coidearios en apoyo a la candidata correísta a la presidencia, Luisa González. Paradójicamente, estos mensajes de redes que resaltaban la importancia de la educación y la cultura, ponían a un borrego como protagonista. Con esto fue claro que en el discurso correísta no daba por sentado que sus militantes cuentan ni con educación ni con cultura.

Es disonante que esta campaña se comprometa con la educación de los ecuatorianos utilizando debajo una imagen de un borreguito estudioso, como si la falta de cuestionamiento y la obediencia ciega no fueran antónimos del pensamiento crítico, pilar de la educación.

Fue notorio que esta iniciativa de redes se trató de un intento del correísmo de burlarse de que sus opositores los llamen borregos poniendo en los tuits la imagen de ese animal acompañado del hashtag #MeeeeeGusta. Implícitamente, sostuvieron que quienes van a dar like a esas publicaciones son borregos.

Esto habla, más que nada, del concepto que tiene el propio correísmo de su militancia. Si bien los críticos de Rafael Correa habían bautizado a sus simpatizantes como borregos, lo hacían despectivamente. Sin embargo, esta vez es el correísmo quien sentencia a sus partidarios de ser susceptibles a la manipulación y a ser sometidos a la voluntad de otro, características centrales de ese animal.

Desde su inicio, una de las promesas de la campaña correísta, a la cual políticos como Rafael Correa, Pamela Aguirre, Marcela Holguín, Andrés Arauz y Pabel Muñoz se sumaron, es: ¨La RC5 vuelve. El Resurgir de la Patria¨. Otro slogan central presagia: ¨Ya lo hicimos una vez, lo haremos aún mejor¨. Pero cabe recorrer la historia e identificar qué fue lo que ya hicieron, para saber qué es lo que se repetirá.

Durante su gobierno, Rafael Correa supo manejar con destreza el aparato de comunicación. Por medio de la aprobación de la Ley Orgánica de Comunicación, las sanciones que imponía a periodistas y medios la Supercom, y la propaganda política que le costó al pueblo 1500 millones de dólares, el correísmo se caracterizó por tener un manejo excepcional de la versión de la realidad que se escuchaba en la esfera pública. Asimismo, la obra pública - carreteras, centros de salud, escuelas - comunicaba interés por la calidad de vida de los ecuatorianos. Las sabatinas le permitían a Correa repetir una y otra vez su versión de la historia y su enfoque de la realidad. El legado fundamental que dejó el correísmo son las frases que se autocompletan, así como en el buscador de Google, en el imaginario colectivo de los ecuatorianos.

De esa forma, su framing, o enfoque de la realidad, incluyó, y sigue incluyendo, dichos que resuenan en la memoria de todos: “prensa corrupta”, “avanzamos patria”, “los corruptos siempre fueron ellos”, o “somos más, muchísimos más”.  Gracias a esta herencia Luisa González hoy tiene 16 años de ventaja en su posicionamiento frente a los demás candidatos a la presidencia.

Correa fue hábil al obedecer ciertos principios del jefe de propaganda Nazi, Joseph Goebbels. Uno de ellos es que, al identificar un enemigo en común del pueblo, el líder se puede posicionar con más fuerza. Los enemigos del pueblo declarados por Correa fueron la prensa y la oligarquía. También entendió el principio de silenciación que es silenciar los temas sobre los que no se tiene argumentos y disimular las noticias que favorecen a los adversarios utilizando la ayuda de medios de comunicación que sean afines.

Tal vez por tener una ventaja en su posicionamiento, el correísmo hoy da por hecho que puede darse el lujo de correr el riesgo de decirles a sus simpatizantes borregos. O quizá, en su experiencia en el manejo de la comunicación, conjeturan que los mensajes serán interpretados a voluntad de quien los recibe y que los partidarios de Correa posiblemente preferirán leerlos como una ironía ingeniosa en contra de sus opositores y no como lo que termina siendo: un desprecio y una burla hacia su electorado. Esto de que la interpretación pueda ser flexible ya lo demostró Paul Lazarsfeld con evidencia empírica en los años 40's, al probar que las audiencias interpretan los mensajes reforzando sus opiniones preexistentes, y que los efectos de los mensajes son limitados por sus filtros personales, creencias y características.

Pero en el fondo, la campaña correísta acepta que necesita seguidores acríticos y los trata como borregos porque asume que, para mantener las creencias que ya tienen, elegirán olvidar la otra parte del legado de Rafael Correa: los atropellos a los derechos humanos, la corrupción, el gasto público desmedido, el autoritarismo, la violencia. Correa y sus coidearios, por eso, dan por hecho que aquello que ya hicieron, lo podrán hacer otra vez y mejor. Esto incluye, por supuesto, las injusticias y arbitrariedades, clásicas de estilo de gobierno. Asumen que sus simpatizantes o, como ellos mismo lo enmarcan, sus borregos, seguirán de su lado.

Si la campaña de Luisa González conlleva verdades y el porcentaje de la ciudadanía correísta se identificó con ser manipulable y sujeta al sometimiento de un tercero, o si los ciudadanos correístas decidieron interpretar esta campaña como una broma entre amigos, ya lo sabremos en las elecciones presidenciales del 20 de agosto.

 

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