Occidente, borracho de capitalismo, tenía un sueño: amasar una fortuna rápidamente a costa de lo que fuera, incluidos los Derechos Humanos (DDHH) mientras estos no fueran los de ciudadanos occidentales. China, por su parte, tenía otro: dominar la economía global, le llevara el tiempo que le llevara. Y así, pasados los años, el “Dragón de Oriente”, el “Tigre asiático” o como le quieran llamar los neogurús, tiene contra las cuerdas a la primera potencia mundial: EE.UU.
Se ha hablado poco del tema, pero hace tan solo unos días que EE.UU., Japón y la Unión Europea (UE) han denunciado conjuntamente a China ante la Organización Mundial del Comercio (OMC), en una unión sin precedentes. ¿Por qué? Porque al Gobierno de Pekín se le ha ocurrido cerrar el grifo a las exportaciones de tierras raras. ¿Qué son las tierras raras? A grandes rasgos, un conjunto de 17 elementos químicos, muchos de ellos básicos para industrias como la del automóvil o la electrónica de consumo. Sí, el iPad desde el que posiblemente lea este post depende de ello. Y China no solo controla un tercio de los yacimientos de todo el mundo sino, además, un 97% de su extracción global.
Occidente jugó con capitalismo y con capitalismo se ha quemado. Pensó que era buena idea llevar a China todas sus grandes factorías tecnológicas, que la mano de obra china, no ya barata, sino rozando la esclavitud, proporcionaba unos márgenes brutales. Y así lo hizo. Tiempo después Occidente, con EE.UU. a la cabeza, se encuentra con que la etiqueta “Made in China” comienza a traer consigo una carga negativa en la opinión pública y que es necesario invertir demasiados recursos de marketing para un lavado de imagen. Comienzan a no salir las cuentas, a no compensar demasiado la violación de DDHH. Y, entonces, decide llevarse algunas fábricas a otros países, como Costa Rica.
De hecho, Obama, en plena carrera hacia las elecciones presidenciales, dedicó hace unos días un acto a hablar de las tierras raras, un tema sobre el que dos tercios de su auditorio probablemente no sabía nada, pero eso da igual, todo lo que sea defender las barras y estrellas es motivo de algarabía. El presidente dijo “queremos que nuestras compañías construyan esos productos aquí, pero necesitamos acceso a los minerales raros que China provee”.
Y China, que cuenta con los recursos naturales, que dispone ahora de mano de obra cualificada y que ha demostrado que copiar -incluso mejorar- la tecnología occidental le resulta extremadamente sencillo, restringe las exportaciones de tierras raras, le pese a quien le pese, incluida la OMC que ya lo ha declarado ilegal. Pero hete aquí otra jugada magistral de Pekín, que utiliza las herramientas capitalistas con una pericia sin igual: el motivo principal de cerrar las exportaciones es el cuidado por el medio ambiente… o eso es, al menos, lo que alega. Explotar las tierras raras es altamente contaminante y hay que frenar ese proceso destructivo. Dicho de otro modo, amigos de Occidente, tenemos que ser responsables socialmente, ¿o es que os vais a negar a salvar el planeta?