Mi artículo anterior ‘La mejor herencia es ninguna’ provocó reacciones viscerales de sectores de derecha. Con igual talante, a veces, son las reacciones cuando critico las políticas del Gobierno, sobre todo en relación a los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres. De modo que entre estos dos fuegos hay que moverse en este momento.
De acuerdo a cómo se han decantado las marchas y plantones en distintas partes del país en estos días, podemos percibir que el problema es más complejo que el exclusivo de las herencias. Pero de todas formas lo que molesta es que el detonante haya sido un tema francamente egoísta e individualista, cuando lo que reclamábamos algunos sectores era precisamente mayor radicalización; aunque extrañamente de algún sector de esta izquierda también se están apoyando las protestas. Habríamos querido que nos movilicemos por el Yasuní, pero la ecología no afecta el bolsillo, o al menos no directamente; habríamos querido que lo hagamos por los legítimos derechos sexuales y reproductivos que se han visto menoscabados, pero tampoco afectan el bolsillo de forma inmediata.
En toda esta historia queda claro -lo reconoce el propio Gobierno- la falta de estrategia política. No hay, o parece no haber, una medida del timing político, del propio análisis de las encuestas frente a las medidas tomadas, del escenario de disputas y la correlación de fuerzas en cada coyuntura. Al Gobierno le hace falta más política y menos marketing. Eso ya quedó claro en las elecciones locales del año pasado.
Que todo sean marchas espontáneas, lo dudo; que todo sea conspiración, también. Hay de lado y lado, es innegable que hay oscuros personajes por detrás, que están financiando y avivando las marchas; pero también lo es que participa ciudadanía que se encuentra insatisfecha, no solo por las herencias sino por una acumulación de medidas cuestionables, así como por el estilo en el que se imponen las cosas. Aunque también están los que ingenuamente, desde la manipulación, creen que se verán afectados. Dudo que los verdaderamente afectados estén en las marchas de la Shyris,
Parque Calderón o en la 9 de Octubre. Ellos cómodamente y frotándose las manos verán cómo la clase media los defiende. Ni pensar en que desfilen a favor, aquí no es Alemania. A ellos no les preocupa nada, tienen una enfurecida clase media para defenderlos.
Quién se nota preocupado es el Gobierno, pero ¿cómo responde? Con contramarchas. Presiento que es una estrategia agotada, debe haber más imaginación, estrategia y habilidad para manejar una situación que empieza a rebasar el manejo tradicional frente a estas crisis políticas.
Que la medida de las herencias sea necesaria y justa no me cabe duda y en mi percepción debería tener más contundencia redistributivamente. No obstante, parece ser ya algo tarde. Si no, ¿dónde están los verdaderos desheredados que no salen a defender la medida?
Bajo el argumento del corporativismo, el gobierno puso contra las cuerdas a los sectores organizados que pudieron haber sido la base para defender, en las calles o como haga falta, un verdadero proyecto redistributivo que, de acuerdo a últimas informaciones, empieza a resquebrajarse. (O)