Ante el interrogante de dónde está la oposición en el Ecuador, podría decir que en el mejor de los casos lo que hay son grupos opositores, cosa bien distinta a que exista una oposición como tal.
Ese cuento de que la oposición es la derecha o la izquierda no es más que un sofisma de distracción porque lo que hay son pequeños fortines de poder político que han demostrado que sus ambiciones, egos e intereses por proteger son más importantes que crear consensos para ser una verdadera oposición.
Si -de acuerdo con las ideas de Norberto Bobbio- la oposición debe tener una actividad dirigida a controlar las acciones del gobierno, condicionando e influyendo en la orientación del mismo, con una trayectoria programática diferente para sustituir al equipo de gobierno; las preguntas serían: ¿Existe algún líder o grupo que durante este tiempo haya ejercido un verdadero control a las acciones del gobierno, o que tenga una base programática que permita establecerle condiciones, o que haya tenido la capacidad de influir en él?
Pues como en los test: ninguna de las anteriores. Y esa es la razón por la cual de repente aparecieron caras nuevas, con grupos de gente que no han hecho política pero que tienen una base programática para aspirar a ser una opción de gobierno.
Los grupos de oposición no se leyeron “El arte de la guerra”, de Sun Tzu, y equivocaron su táctica al ceder su tarea a una prensa que ha mostrado no tener capacidad de “quitarle un pelo al gato”, así digan hasta misa.
La izquierda está dividida entre Alianza PAIS, una izquierda opositora urbana desconectada de una izquierda campesina e indígena que tiene otras necesidades, y una derecha tan atomizada que más bien parece un grupo de asociaciones gremiales, mientras que los sectores moderados palidecen entre la polarización.
La reelección inmediata era la mejor oportunidad de estructurar una oposición sólida, porque ahí cabía el debate profundo, capaz de medir al gobierno de Correa y de ofrecer una alternativa distinta.
Puede que haberla desaprovechado se deba a que están encantados con Correa y no les “luce” aceptarlo públicamente, o a que no tienen la capacidad de hacerlo. A estas alturas ya deben haberse dado cuenta de que la prensa se empantanó con su propia guerra y que esto a la oposición no le sirvió de nada porque el Presidente sigue forrado en teflón.
Yo le diría a quienes no les gusta Correa que no se quejen tanto de él como de la ineficacia de los sectores en los que depositaron su confianza para que les representaran, aun en la tarea de ejercer una oposición responsable.