Es grotesco el uso que de WikiLeaks hace cierta prensa contra los gobiernos latinoamericanos que se enfrentan a los grandes poderes económicos. Los medios hegemónicos, en su actitud opositora permanente, parecen suponer algo tan implausible como que “lo que se dice en WikiLeaks es la verdad”. De modo que usan una cita en los cables diplomáticos estadounidenses como si fuera una acusación contra los que son aludidos en esos cables.
Lo único que prueban los cables de WikiLeaks es que las embajadas de EE.UU. envían información encubierta a su país constantemente. Eso sí está demostrado; pero, obviamente, el contenido de dicha información carece de todo valor que no sea el de servir a la información diplomática de ese país, y no tiene -por sí misma- ninguna cualidad de veracidad.
Estados Unidos tiene intereses económicos y geopolíticos en Latinoamérica, de modo que no puede ser juez del comportamiento de nadie, en tanto es parte interesada. De una manera que, en la historia de Latinoamérica, no puede ser más lamentable: golpes de Estado y crímenes de la CIA figuran entre sus dudosas proezas en este continente.
Es obvio que cuanto más afín sea un gobierno a los intereses soberanos de su propio país, menos lo será a los de una potencia ajena como Estados Unidos. El corolario es simple y claro: Estados Unidos tiene como política atacar a los gobiernos que no lo favorecen; de modo que sus cables diplomáticos son parciales, interesados, sesgados e intencionados, y no son otra cosa que política exterior al servicio de la gran potencia. No podemos esperar que sus cables sobre Hugo Chávez tengan la menor objetividad, como no lo tienen los que hacen sobre Argentina, donde intentaron, hace poco, ingresar un avión con materiales prohibidos, y se han quejado de no poder lograrlo.
En la miseria intelectual con que hoy se dirimen los asuntos ideológicos en América Latina, cabe encontrar mensajes interminables y siempre renovados en computadoras que nadie ha visto, alegar falta de libertad de prensa en países en que se habla con total apertura y desparpajo contra los gobiernos legítimos, y esta última, la de WikiLeaks: fingir veracidad de los mensajes de la embajada estadounidense en nuestros países, lo cual es tan lícito como acusar a Washington por lo que dice a su respecto la embajada de Corea del Norte.
(*)Prof. de posgrado en diversas universidades latinoamericanas.