No hace falta que los observadores de la pandemia seleccionen indicadores de vulnerabilidad social en el Ecuador. Porque para los ecuatorianos es evidente que el covid-19 llegó, contagió y destruyó casi todo lo que habíamos imaginado como seguro y confortable, menos lo que construimos individualmente. De repente salimos de nuestra zona de confort y nos encontramos con que el Estado que creíamos armado ni vela por nosotros, ni nos protege, ni tan siquiera puede identificarnos. Estamos desprotegidos y, además, desconcertados.
Nuestro rol como seres sociales que construimos una comunidad en el intercambio prácticamente ha desaparecido. Cuando nos ponemos a observar desde el encierro, nos encontramos con verdades a medias, información oculta, cifras que no nos dicen nada y autoridades que no tienen idea por dónde ir. Se siente que hemos tocado fondo.
No tenemos ingresos, las personas se desploman en la calle, nuestros amigos o están enfermos o han muerto. El semáforo se ha puesto en amarillo con el resultado de más contagios y más muertes. Las autoridades nacionales no dan oídos a las opiniones de los médicos. Sálvese quien pueda...
¿Cómo hemos llegado a esto? Es clara la desinstitucionalización a la que asistimos. Ni el gobierno nacional ni los seccionales parecen tener la respuesta. Los grandes donantes de alimentos hacen lo que pueden sin suficiente coordinación con el gobierno. Sus acciones son paliativas, no sustentables. No hay declaratorias de trabajo conjunto, cada uno hace lo que le parece.
Quito está muy resentida. Toda la acción que el gobierno nacional desplegó en Guayaquil no se realiza en la capital. Ya no se ven las cadenas nacionales frecuentes orientando a la ciudadanía. A Quito ya llegaron cansados. Y el burgomaestre se pone a pavimentar cuando las personas mueren por decenas en los hospitales o en la calle. ¿Dónde están las pruebas moleculares? ¿Dónde están los insumos de protección médica? ¿Dónde están los cercos epidemiológicos? ¿Qué se ha hecho para contener el contagio en los barrios? ¿Cómo se permite la aglomeración de gente en El Ejido tratando de ingresar al IESS?
¿Para qué tenemos autoridades? ¿Para que se contradigan?, ¿para que tengan que asistir a la Fiscalía a confesar el reparto de cargos, de adjudicaciones, de contratos? ¿Cómo es posible que haya gente aprovechándose de la indefensión del pueblo?
A mí no me hablen de elecciones. Seguiremos estando sin representación. He llegado a la conclusión de que sólo la acción nuestra, la de la sociedad civil, construirá de nuevo el país. Por ahora quedémonos en casa. El Estado que está llamado a protegernos, no velará por nosotros. (O)