Winston Churchill, notable Primer Ministro inglés, había expresado pensamientos aparentemente contradictorios pero ciertos: «De hecho, se ha dicho que la democracia es la peor forma de gobierno, excepto por todas las otras formas que han sido probadas de vez en cuando».
“El mejor argumento contra la democracia es una conversación de cinco minutos con el votante medio” En efecto, no hay mejor forma de gobierno que la democracia pero, su imperfección está fundamentalmente determinada por la ineptitud de los votantes.
Evidentemente el mundo vota mal. El mundo más desarrollado vota menos mal porque su población tiene mejor educación, está más informada, está más interesada en la política. El mundo en vías de desarrollo vota mal más a menudo y se hunde cada vez más por los errores de sufragio.
El voto malo en nuestra región está determinado por la limitada educación de nuestro pueblo, por la falta de interés por la política, por la falta de fuerza y presencia de verdaderos partidos políticos, por una ley electoral que ha aniquilado a los partidos políticos permitiendo una miríada de movimientos que caotiza el sistema promoviendo la vanidad y el cacicazgo. El conjunto de estos hechos es fermento perfecto para la demagogia y el populismo.
Argentina acaba de entregar su apoyo a la dupla Kirchnerista luego de que se ha demostrado la más descomunal corrupción en la que incurrió el tándem Néstor- Cristina. Inglaterra, increíblemente, cuando las bondades de la integración regional abstraída de ideologías son elocuentes y demostrativas de promoción de desarrollo, vota en contra de la integración, en procura de salir de la unión europea con el malhadado Brexit. Estados Unidos eligió, insólitamente a George W. Bush sobre Al Gore y a Donald Trump sobre Hillary Clinton.
Como vemos, el sufragio equivocado no es privativo del subdesarrollo pero, ciertamente es más probable en el subdesarrollo. La demagogia y el populismo son más efectivos ante un pueblo poco instruido, poco analítico, que actúa por emociones y no por reflexión. El mejor antídoto, no el único, es la educación. (O)