Ya no es la misma relación, en ninguna parte de este planeta, de los medios con las sociedades en general. Su enorme poder, que no tiene que ver solo con el negocio de la información y el entretenimiento, hace necesarias otras regulaciones. Los medios británicos, algunos de ellos, los más sensacionalistas, están en capilla. Sus prácticas, pagar a las fuentes, pinchar teléfonos, los ha llevado a límites intolerables y peligrosos.
David Cameron, conservador, primer ministro, salpicado por los problemas del tabloide News of the World, propiedad del magnate Murdoch, ha dicho que la famosa autorregulación de los medios, Comisión de Quejas de la Prensa, está muerta. Hay que sustituirla por una comisión reguladora independiente, que mantenga distancia respecto a los medios y el Gobierno.
Bien, pasa hasta en las mejores familias, y la prensa británica, de las más antiguas y distinguidas, va a tener que cambiar porque la sociedad así lo exige.
Acá, con una tendencia acrecentada en los recientes años a la crónica roja, al sensacionalismo, con reporters que seguramente también tienen fuentes corrompidas por el mismo medio, con regalitos y prebendas, hasta con espacios para enviar saludos a la mamacita en el día de su cumpleaños, los propietarios de medios se rasgan las vestiduras y acusan a todo intento de regulación como atentado a la libertad de expresión.
Habrá que regular, habrá que hacerlo apenas se proclamen los resultados de la consulta del 7 de mayo, porque también hemos llegado a límites insoportables de manipulación y engaño. Los medios se destaparon, se declararon incapaces de autorregularse porque muchos de sus directores, periodistas y reporteros se dejaron llevar por sus pasiones. Perdieron la perspectiva, no han podido ni siquiera levantar contextos, para que el relato no solo se construya desde la orilla de los privilegiados, los poderosos, los acaparadores.
Sí, los diarios de nuestro país trajeron la noticia de lo que hoy está pasando en Inglaterra, pero callaron, se tragaron lo relativo a las nuevas regulaciones de control porque eso no se debe difundir, es un mal precedente en el contexto nacional. Así de burda se ha vuelto su práctica: velar, tapar, manipular todo lo que no les conviene.
Pero las sociedades son otras, han diversificado las fuentes y aspiran a construir recursos que los proteja de los excesos. Los medios se salieron de madre, hay que obligarlos a retroceder, a ocupar el humilde lugar de la información y el entretenimiento. La educación no entra en ese cóctel, a ellos no les corresponde, por suerte.