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El Telégrafo
Duglas Rangel Donoso

El virus y la muerte

21 de abril de 2020

Virus de muerte, virus de fatalidad. Eres agua caliente sobre el asfalto frío. Gatos malolientes saltando en el fuego de los deseos violentos que no tienen calma. Virus terrible como un cristo bajando de la cruz sin brazos y con una herida profunda que mana sangre congelada y eterna.

Te has llevado amigos míos. Gente útil. Amigos con ganas de vivir y cantar. Que soñaban con la Playa de sol y alacranes. Suena la melodía de los muertos que no están ni estarán. Se murió Ángel Sánchez. Ya no podremos escuchar esas melodías tristes que nos silbaban hasta la tristeza de la vida porque te fuiste tan pronto. Un aguacero voraz se ha llevado los cuerpos inertes de los muertos dejándolos caer en la cascada del bien y del mal.

Virus del demonio se llevó a Manuel Adolfo Varas, al caballero del deporte Omar Quintana, a mi amigo mantequilla Edwin Vásquez, a Luis Alberto Flores, a Augusto Itúrburu.

¿Quién eres muerte del amanecer y el anochecer? Nos has traído ángeles caídos rebeldes que no pueden hacer nada por nosotros. Tengo inflamado el corazón y el hígado de tanto rezar por quienes no están y ya nada puedo hacer por ellos. Te has ensañado con nosotros muerte y nosotros solo queríamos vivir. Viendo las flores en los mercados, aullando como gatos felices en los atardeceres. Todos tenían mucho qué hacer; mucho y poco qué decir, todos en la vida caminando y pasando. Ahora muertos en el desierto de la sinrazón ni explicación.
 
¡Qué inmisericorde muerte! A Augusto le robaron sus objetos personales y le vaciaron su cuenta de dinero. ¿Qué es más terrible: el desparpajo de la muerte o la maldad de los vivos?

Siento dolor por mis muertos y pena por ti, muerte. Son miles nuestros muertos y dolor indescifrable y deforme. ¡Qué fuerte es la muerte! Inevitable, grande, caída y perdida. Me duele la mente. Me duele el pensamiento. Ya me paso el dolor del alma acompañando a los familiares de quienes murieron en el fuego de la pandemia. Me duele el aire y me duele el agua. A todos los has llamado a la hora y la hora no termina aún. El virus trajo la muerte o la muerte trajo el virus. ¿Qué será? Mientras tanto a mí me sigue doliendo los ojos de ver la muerte y reconocer su presencia indecible y tétrica.  ¡Vete muerte vete! (O)

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