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El Telégrafo
Duglas Rangel Donoso

Violencia, violencia

30 de enero de 2019

Quien sea llegó a la plaza y reunió a la gente. Habló: “Ya no hay esperanzas, todo es violencia y cada vez más violento. Lo que propongo es lo único que podemos hacer para defendernos de la violencia. Debemos arrancarnos los ojos para no ver la violencia que nos agobia. Si no la vemos, la violencia no nos ve”, dijo ante la multitud. “Nos arrancamos los ojos, los guardamos en resiliencia y ceniza y cuando estemos listos para ver lo que tenemos que ver, volvemos a poner los ojos en sus cuencas y solo vemos lo que queremos ver”.

La violencia azotaba y nos tocaba a todos. La violencia en la muerte: en el dolor. La violencia en la política. La violencia en el dictador que quiere regresar porque extraña la violencia. La violencia en las calles, mercados, esquinas iluminadas, esquinas abandonadas, en la orilla del gran río y en la cima de El Panecillo. La violencia de noche y de día.

La gente se arrancaba los ojos. Para no ver su propia violencia y la violencia de todos. Los muertos de la violencia sentados en las calles, los escondían en las esquinas y los espejos los ocultaban del más allá. Nadie veía porque nadie tenía ojos para ver. Alarma. Avisen. Diana asesinada ante los sin ojos de todos nosotros. Martha: violada y no lo vimos. Nos sacamos los ojos para no ver y los escondemos en miedo y escalofríos.

El uno te arranca los ojos. El otro te arrancha las orejas. El “todos” mata mientras te roba el carro. La paz sin paz. Te grito, te maltrato; te gritó, te maltrató. Te castigo: mi lengua es una daga con la que te arrincono para que ya no salgas ni me mires ni mires a nadie porque alborotas los celos con los que te mataré de amor, diciéndote maldita.

La violencia, el gran espectáculo de la sociedad moderna. ¿Hay alguien acaso que no ve la violencia? La violencia triste de nuestras calles. La violencia corre tras de mí disfrazada de inseguridad y rabia. Violencia: diosa perversa. Reina de cuchillos y dagas. Señora de las pistolas. Violencia de llantos y gritos mientras vemos sin ojos recoger los cadáveres.

¿Acaso puedes oír Señor de los sin ojos y sin razón, oír la violencia en el semáforo, a la salida del banco? Hazme entender la indiferencia cuando el hombre la apuñaló y ella  murió y él sigue vivo. Me abruma el cinismo de los que no hacen nada. Me atormenta la tormenta de arrancarme los ojos para no ver y no hacer nada. Todos: matemos la violencia porque en nombre de la violencia nos están matando a todos. (O)

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