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El Telégrafo
José Gonzalo Bonilla

La violencia como espectáculo

11 de febrero de 2022

No es difícil que un lector común no esboce al menos un sonrisa morbosa al leer titulares de un conocido periódico sensacionalista guayaquileño. Ese medio, curiosamente, es el de mayor tiraje a nivel nacional gracias a titulares que juegan entre el sadismo y el masoquismo. Le caracterizan titulares como aquel de “Se 'peluqueba' cuando llegaron dos criminales y le 'cortaron' la vida”, o aquel de “Hombre jugaba naipes cuando lo 'barajaron' al más allá.” La violencia, en este caso, se torna en un espectáculo trágico cómico.  

En el Ecuador, este ejemplo de una prensa escrita sensacionalista resulta un caso aislado del resto de medios de prensa impresos. No así para los noticieros televisados nacionales. La mayoría de estos tiene como principal tema la violencia. Desconocen que el mundo va más allá de las cuatro calles que rodean los barrios pobres que conforman verdaderos cinturones de miseria. Se revictimiza la pobreza y nadie habla de los grandes pequeños capos de la mafia que disfrutan de los spa en Miami.

En estos días, mientras el mundo comenzó a especular con el inicio de una guerra mundial entre Rusia y Occidente, los noticieros de televisión no dejaban de pasar imágenes sangrientas, requisas de armas, ríos de sangre, madres que lloraban los cadáveres de sus hijos reclutados por el sicariato. Los sicarios son soldados de ese ejército que se ha conformado últimamente luego de 14 años de protección estatal.

En el mapa de la violencia la concentración de asesinatos por sicariato se halla en los puertos de las provincias costeras. Ahí caen las cruces sobre el agua de jóvenes pobres que quieren salir de la pobreza emulando a los narcos de las series de televisión.

La televisión no enrostra a esos abogados, jueces, fiscales, políticos, jefes policiales o partidos políticos que viven del negocio del narcotráfico internacional. He ahí la raíz del problema. Los noticieros se concentrar en pasar noticias de los involucrados en el microtráfico mas no de los grandes señores de la droga. Y es que ese ejercicio periodístico puede costar la vida, como en el caso de los periodistas mejicanos asesinados por develar las redes de la mafia internacional.

Lo obvio es que ahora los noticieros televisados tengan como principal insumo la violencia. Esta, se ha convertido en algo normal. El televidente común se siente satisfecho, consiente y busca esta violencia como espacio de diversión.

Los noticieros, entonces, no son una guía de opinión. Sino que cumplen con una demanda del gran público. Esa masa televisiva que busca con ojos ardientes un placer íntimo que le produce un espíritu morboso sadomasoquista.

La violencia es un espectáculo en el que el gran televidente goza al no ser parte de esa historia trágica y que, siendo tan solo un voyeur, a su vez le permite liberar endorfinas puesto que no es parte de las víctimas, pero sí del espectáculo gozoso.

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