Ollanta Humala, ese gran desconocido para nosotros, ganó la primera vuelta electoral en el Perú y disputaría con Keiko Fujimori la segunda. Si Perú creció a más de 7% durante estos recientes cinco años: ¿por qué su gente no vota por los candidatos que representan esa marca? La respuesta sería: se trata de una marca que deja de lado a las mayorías. Claro, muchos hicieron buenos negocios; Lima, con 42 distritos, concentra esa prosperidad; ciudades y pueblos enteros de los Andes viven en condiciones precarias.
Esa grave contradicción revela lo que para nosotros sería el fin de la “partidocracia”. Ahora los peruanos intentan abrir otro momento de su historia. Uno que incorpore los temas de las sociedades del siglo XXI: fin de las exclusiones, interés por el ambiente (Perú vive de una voraz extracción), incorporación de las visiones distintas. En eso el vecino del Sur deja la sensación de vivir con un mensaje-paradigma como atrasado, anclado en una época de caciques y oradores.
No queríamos para nosotros éxitos macroeconómicos, con misiones que aplauden indicadores, pero con pueblos sin acceso a educación, salud, vivienda. Perú hizo bien sus tareas, obtuvo buena nota, solo que con un Alan García moderado, distinto al de la década de los ochenta, la gente contempló cómo se disparaba la desigualdad, típica situación que cosecha esos aplausos indolentes, porque en sus indicadores no caben las aspiraciones de los pueblos necesitados.
En mi pequeñez, que tiene que ver con mi ser ecuatoriano, me alegro de que se haya desinflado Toledo, a ver si para la próxima -ojalá no la tenga- se cuida de sus dichos: ser venezolano, boliviano o ecuatoriano es una afrenta de la que hasta los peruanos deben escapar. Vecino ingrato, de mirada corta es ese señor.
Keiko Fujimori resulta increíble en su privilegiada segunda ubicación, al menos desde esta distancia, pues viene de una matriz autoritaria y despótica. En Perú hay quienes aprecian mucho lo que hizo su padre: acabar con Sendero Luminoso sin importar el costo en derechos. El Estado rebajado a las prácticas de los delincuentes.
Ecuador siempre seguirá atento al Perú, es ahora un vecino amable, pero también distinto. La historia habla de esa tradición imperial, los Incas, y la del Virreinato, con España, que marcó a unas castas en el Sur, que a pesar de la soberbia escuela en el pensamiento social, empezando por Mariátegui, primó siempre lo primero. Hoy los vientos parecen soplar distinto. Habrá contradicciones, así siempre es la vida social.