Hstorias de la vida y del ajedrez
Venganza, más venganza, más venganza…
La venganza es un plato que se come frío.
Una bella mujer, llamada Mónica Ertl, de rostro dulce como pocos, protagonizó una de las venganzas más impactantes de los tiempos actuales. Era alemana, de familia acaudalada, con gran poder político en la Alemania nazi. Su padre era Hans Ertl, conocido como “El Fotógrafo de Hitler”. Cuando el Tercer Reich se derrumbó, muchos de sus líderes huyeron a América, algunos a Bolivia, y allí, rehicieron sus vidas escondidos en otras identidades.
Pero Mónika, aquella joven alemana hija de nazis, inteligente y sensible como pocas, fue sacudida por el tsunami político que recorrió las conciencias de América Latina por los años 60, y se enroló como combatiente en el Ejército de Liberación Nacional de Bolivia, creado por el Ché Guevara.
Y el mundo conoce el resto de la historia. El guerrillero casi solitario, trepando por las alturas inhumanas de los andes bolivianos con un sueño que se le iba en cada ataque de asma. Hasta que llegó aquella mañana en la Higuera.
Sobre su cadáver se lanzaron como buitres los comandos de la CIA y oficiales bolivianos. Su reloj, su pistola, y hasta un mechón de su barba guerrillera fueron objetos de la rapiña. Y siguió la profanación. El Teniente Coronel Roberto Quintanilla se ufanó de cortar las manos del guerrillero para demostrar, con las huellas dactilares, el trofeo que habían conquistado.
Y Mónika Ertl no lo perdonó. En 1971 Quintanilla fue premiado con un cargo diplomático en Alemania y hasta su despacho llegó un día una bellísima y elegante mujer, hablando inglés y alemán de manera perfecta, para solicitarle información sobre una visa para Bolivia. El cónsul, coqueto, quedó deslumbrado ante aquella mujer despampanante. Pero ella, en silencio, recordó que quien se propone una meta implacable, tiene que hacer que el futuro sea tan inmodificable como el pasado. Entonces Quintanilla palideció y quedó mudo cuando ella sacó un revólver de su cartera, le apuntó y le dijo “Esto es en nombre del Ché”, y le descargó los balazos necesarios.
Mónika logró escapar de la seguridad consular, y se las arregló para viajar otros 11.000 kilómetros de regreso a La Paz.
La otra parte de la historia no es menos dramática. Entre los nazis que habían llegado a Bolivia estaba Klaus Barbie, conocido como “El carnicero de Lyon”, y en la familia de Mónika lo llamaban “El Tío.” Él, Barbie, agente del gobierno fascista boliviano, 2 años después organizó una emboscada, y asesinó a Mónika, su amada sobrina, y vengó la venganza de la venganza…
Tampoco existe la misericordia en el ajedrez y aunque no hay espacio para tantas lágrimas, la ley también es matar.
1: CxPC+ AxC
2: TxP+ PxT
3: D6C mate