La extremadamente compleja situación de Venezuela no se analiza con un binarismo de buenos y malos, ni de chavistas o antichavistas. Tampoco se arregla con panfletos y proclamas encendidas. En este momento hay dos presidentes en un solo Estado nación, lo cual es una situación política inédita, el uno cuenta con mayoritario respaldo internacional, el otro aún con respaldo del Ejército y la denominada guardia bolivariana.
La jugada de Guaidó de juramentarse presidente frente a la multitud, sin intermediar elecciones, no deja de causar sorpresa por más que la Asamblea sea un órgano legítimo, él no fue designado para cumplir ese rol. No obstante, las últimas elecciones en las cuales resultó electo Maduro han generado bastantes dudas. En cualquier caso, esta estrategia en la cual Estados Unidos ha puesto todo su esfuerzo, parece ser el punto de quiebre que finalmente iniciaría el desenlace del prolongado empate catastrófico en que pareció sumirse Venezuela.
La desastrosa situación social, económica y humanitaria hace que se vuelva insostenible el gobierno de Maduro, lo cual, aunado a su falta de legitimidad, evidenciada en las multitudinarias marchas a favor de cambios, podría ser decisivo. Sin embargo, el joven y audaz político, al parecer, tampoco cuenta con el respaldo consolidado de la oposición. Todo esto mientras sectores de la izquierda latinoamericana y del mundo se atrincheran vergonzosamente en favor de un régimen que ha tocado fondo, y el cual hasta sectores chavistas impugnan.
La deplorable situación venezolana debería llevar a la izquierda a una seria reflexión y autocrítica, antes de desempolvar los viejos eslóganes del antiimperialismo. Académicos e intelectuales, desde cómodas posiciones, apoyan a un régimen que a la vista ha causado hambre, violencia y caos; basta con detenerse en cualquier esquina de Quito para observar la lamentable situación en que fue sumida gente humilde de un país que cuenta con las mayores reservas de petróleo del mundo.
En este momento no hay caminos fáciles, tampoco soluciones incruentas. Cada una de las salidas a esta situación tendrá altos costos políticos y en vidas humanas; sin embargo, no es un estado de cosas que pueda prolongarse indefinidamente. Por ello, el desenlace se tendrá más temprano que tarde. (O)