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El Telégrafo
Tatiana Hidrovo Quiñónez

La “serpiente herida” del imperialismo

28 de febrero de 2019

Hace poco más de doscientos años había un escenario mundial comparable con el actual. Fuerzas imperialistas presionaban a las sociedades de la llamada América Meridional, para impedir que se formaran Estados independientes y juntos constituyeran una gran nación política, definiendo el carácter multipolar del nuevo orden mundial, que nacía como consecuencia de la caída de los viejos imperios absolutistas y la expansión del capitalismo industrial y comercial.

La Carta de Jamaica, escrita por el político y analista Simón Bolívar en 1815, es un documento que confirma la pervivencia hasta la actualidad, del mismo tiempo histórico, ahora quizás en su fase final. En el presente, como hace 200 años, la cuestión fundamental y anómala es la disputa económica que se desarrolla entre los pueblos más débiles que resisten a los poderosos Estados imperialistas, los cuales usan la guerra y la amenaza para lograr la dominación. En 1815, una vez ensayada la primera república venezolana, el decadente imperio español intentaba una invasión a Venezuela. Dos siglos después, otro imperio igualmente decadente, Estados Unidos, pretende el control y la apropiación de ese país. La analogía entre las dos coyunturas, la de la época de las independencias en América Latina y la actual, se revela además en la complicidad de los centros históricos del poder mundial, comprendida tempranamente por Bolívar.  Las palabras del Libertador parecen haber sido escritas para hoy, cuando se dirigía a Europa señalando que los restos del imperio español, antes el más vasto del mundo, eran ya impotentes para dominar el nuevo hemisferio, por lo que era incomprensible que esos países apoyaran a la “serpiente herida” y actuaran ciegos para ver la justicia y sordos al clamor de su propio interés: “Nosotros esperábamos con razón que todas las naciones cultas se apresurarían a auxiliarnos, para que adquiriésemos un bien cuyas ventajas son recíprocas a entrambos hemisferios” y que se entendiese que la América Meridional es necesaria para el “equilibrio del mundo” y el flujo comercial. “Estas cuestiones me confunden, decía Bolívar, y llego a pensar que se aspira a que desaparezca la América Meridional”. En la misma Carta de Jamaica, no obstante, el premonitorio Bolívar afirmaba: “el suceso coronará nuestros esfuerzos porque el destino de la América (Latina) se ha fijado irrevocablemente”. (O)

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