Hoy Venezuela será foco de atención por nuevas elecciones nacionales donde participarán 21 millones de personas. Muchas expectativas y preocupaciones se tejen alrededor de este proceso electoral en ese país sumido desde hace más de dos décadas en un grave estancamiento y franco deterioro de los índices de desarrollo social, económico, político e institucional, todo causado al calor de los influjos del chavismo combinado con el socialismo del siglo XXI. También hay una montaña de dudas sobre cómo se desarrollarán los comicios y sus consecuencias. Se denuncia falta de transparencia, y se suma la amenaza de Maduro de un “baño de sangre” si gana la oposición.
La Constitución chavista de 1999, llena de textos auspiciosos para la democracia, los derechos y la participación ciudadana solo queda en el papel. Analistas alertan de graves padecimientos de la población en torno a los servicios públicos, deficiencias en salud y educación, menoscabo de libertades, corrupción, represión política, retroceso en el sistema productivo y desempleo. Se habla incluso de crisis humanitaria. Algunos sostienen que Venezuela necesitará al menos 50 años -más de dos generaciones-, para recuperar las condiciones perdidas bajo el régimen político actual.
Autoritarismo, concentración de poder, deterioro económico, pérdida de libertades y de conquistas democráticas, deriva dictatorial, han sido distintivos del chavismo. Lo cierto es que de patria y de soberanía no comen los pueblos, ni sientan las bases para un futuro de progreso con desarrollo social y económico. Millones de venezolanos han sido prácticamente expulsados del país, pues no ven futuro en su propia tierra; millones exigen cambios. Venezuela, país maravilloso, rico y diverso merece una transición política. Que la tierra de Simón Bolívar, Francisco de Miranda, Luisa Cáceres, Andrés Bello, Rómulo Gallegos y otros personajes sobresalientes, vuelva al cauce democrático para beneficio de su pueblo.