Cuando vivía en Inglaterra, nos encontrábamos entre latinoamericanos y hablábamos en español latino. Diversos dialectos, pero a igual velocidad. En cambio, los españoles europeos hablan a mayor velocidad. Con el tiempo y más adelante cuando visité la península ibérica, me di cuenta de que daba igual.
Compensaba la velocidad, las vueltas del dialecto madrileño. “Resulta que han mudado al ya conocido maestro de ceremonias de la estación BBC2”, se decía a la misma velocidad con la que yo pronunciaba: “Cambiaron al presentador de BBC2”. Lo mismo pasa entre el portugués europeo y el brasileño.
Y lo rápido que nos suena el japonés se debe al uso de mucha cortesía, mientras el hebreo es más lento por su admirable precisión. El inglés gatea, pero no hay como perderse una palabra; en contraste, la gramática del alemán obliga a trotar. Hace años esa era mi percepción, pero hoy lo confirma un estudio serio.
La revista estadounidense Science Advances publica en septiembre de 2019 los resultados de una extensa investigación al respecto. Si se calcula cuánta información por sílaba transmite un idioma, sabremos su eficiencia. Los idiomas más eficientes son más lentos.
Así que aunque algunos hablen más rápido sus respectivos idiomas, todos transmitimos información a la misma velocidad. Sin embargo, la percepción es importante en la comunicación, porque una característica inusual distrae. Recuerdo un profesor de Biología en el extinto Colegio Brasil, que solía chasquear los labios mientras daba la clase. Terminó con el apodo “Muchitas” (Besitos) y ya no atendíamos sus palabras.
Por eso puede ser molestoso atender una película en idioma extranjero y doblada en Madrid. El sonido TH que dan a la Z y a la C, la S con la lengua doblada, todo es distracción. Los acentos hispanoamericanos no nos distraen y menos el mexicano que se ha impuesto en el doblaje. Cuando escribimos no nos oyen el acento. Por eso, un polaco que aprendió inglés de adulto llegó a ser un gran escritor británico: Joseph Conrad. (O)