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El Telégrafo
Ramiro Díez

Historias de la vida y del ajedrez

¿Vamos a dejar que lo asesinen?

Historias de la vida y del ajedrez
08 de octubre de 2015

Un domingo por la mañana vi a John Thompson trotando con su perro, recorriendo el vecindario. Con su rostro bañado en sudor, y con su sonrisa luminosa, nadie podría imaginar que estuvo condenado a muerte durante 14 años. Pero los abogados y su familia se lanzaron a salvarlo y descubrieron que el fiscal había ocultado pruebas de sangre que mostraban que Thompson era inocente. Al final salió libre y él mismo nos contó su historia. A los cinco meses ya se había casado. Al principio no sabía llamar por celular ni entender qué era internet. “Fue difícil. Allí uno solo se prepara para morir”, nos dijo. A pesar de todo, dos años después tenía su propia casa, auto, un negocio de sánduches, y un perro llamado Libertad.

Thompson tuvo suerte. Otros también han salido libres, después de 20 años y más en el corredor de la muerte. Pero muchos otros salieron muertos. Estudios recientes, sobre todo a partir del ADN, muestran que un número enorme de “ejecutados” eran inocentes. Hace poco el estado de Carolina del Sur pidió perdón por asesinar a un niño, George Stinney, llevado a la silla eléctrica, con apenas 14 años. Le leyeron un pasaje de la Biblia para que se pudiera encontrar con Dios, y enseguida lo tuvieron que sentar en la misma Biblia, para que su cabecita de niño pudiera alcanzar los electrodos mortales. “Nos equivocamos”, dijeron los funcionarios.

Y estamos viviendo – ojalá no--, la víspera de una situación similar, con un compatriota ecuatoriano. Se llama Nelson Serrano, y fue empresario en los EE.UU. Allí, en 1997, uno de sus socios y tres personas fueron asesinadas. En principio Serrano fue considerado sospechoso, pero una vez investigado, se descartó su participación. En el año 2000 Serrano regresó a Ecuador y en el 2002, agentes estadounidenses en complicidad con policías ecuatorianos sobornados, secuestraron a Serrano, lo llevaron al aeropuerto, allí pasó la noche metido en una caja usada para guardar perros, y al otro día voló a Miami en calidad de detenido. Después de esta acción que violó toda norma legal y cualquier soberanía, Serrano fue sometido a torturas durante 205 días que contó uno tras otro. Llevado a juicio, fue condenado a cuatro penas de muerte. En pocos días se define su caso.

La pena de muerte es el crimen legal que comete un estado contra un ciudadano, y es el peor crimen. Con premeditación, y ventaja absoluta, con la víctima indefensa, con absoluta impunidad por parte del estado criminal. Ojalá ganemos una vida a los predicadores de la muerte.

Aquí hay otro acusado, frente al suprapoder del estado.

A la izquierda: George Stinney, Nelson Serrano (ecuatoriano condenado a pena de muerte) y John Thomson.
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