No hay forma en la que una sociedad se pueda desarrollar sin un Estado eficaz. A pesar de ello, en administración pública predominan dos narrativas facilistas. Por una parte, está la desacreditada idea de que la solución a los problemas está en la reducción del tamaño del Estado, en despedir burócratas y que se anule la intervención de lo público.
Por otro lado, está la idea de que el Estado debe ser omnipresente, a costa -inclusive- de ineficiencias. Discrepo con ambos y sugiero que, en vez de valorar dicotomías equívocas, es necesario privilegiar la calidad, la protección y la especialización de nuestra burocracia.
Por supuesto, hay burócratas de todos los tipos. La propia tipología del sector público hace que sea más necesario contar con continuas evaluaciones y controles para evitar ineficiencias y corrupción. Sin embargo, eso está lejos de eliminar espacios donde el Estado es necesario.
¿Queremos que los crímenes se resuelvan en justicia y a tiempo? Se necesitan suficientes fiscales y jueces especializados y bien remunerados. ¿Queremos que los policías en las calles no se dejen sobornar? Necesitamos policías mejor pagados, mejor entrenados. ¿Queremos que el dinero de la corrupción no sea lavado y mafias no queden impunes? Necesitamos unidades de análisis financiero fortalecidas y autónomas.
¿Queremos que nuestros impuestos sean bien utilizados? Se necesita un SRI fuerte y eficiente. Estos ejemplos -entre muchos- implican que para que un gobierno funcione, sea de la tendencia que sea, se necesita una burocracia técnica, semiautónoma y guarnecida.
Por supuesto, esto no significa solapar corrupción, desconocer despilfarros o proteger enclaves de privilegios. Todo lo contrario: la ciudadanía debe ser crítica, la justicia debe ser contumaz y los medios deben ser transmisores desconcentrados y fluidos.
Sin embargo, esto también dista de aprovecharse de transiciones políticas con el fin de recorporativizar lo público o con el de ignorar severos errores de la década pasada. Valorar la burocracia implica equilibrio en su autonomía, intolerancia al abuso y sensatez en sus dominios. (O)