La semana pasada pregunté a 200 estudiantes universitarios acerca de cuántos quisieran volver a clases presenciales y el porqué. Tan solo el 30% estuvo de acuerdo en regresar independientemente de que llegue la vacuna al Ecuador. El 70% había encontrado mayor número de beneficios. Identifican tres grandes: i) factores económicos, ii) factores pedagógicos y iii) aprendizajes para la vida.
En cuanto a lo económico, los estudiantes de provincias han ahorrado en alquiler de vivienda, no gastan en transporte diario, almuerzos, ropa y en gastos superfluos... Perciben que no corren riesgos de asaltos y robos; no pierden tanto tiempo en ir venir de la universidad; cuentan con más tiempo para realizar las tareas; se alimentan mejor, pero, sobre todo, valoran el haberse cuidado de posibles contagios de covid-19.
En cuanto a su formación, dicen haber contado con el apoyo de los profesores por más tiempo “hasta podían consultar cualquier duda fuera de los 45 minutos habituales”. Encuentran que los docentes se vieron obligados a generar nuevas estrategias y herramientas más interesantes que las acostumbradas.
Muchos aprendieron cosas que nunca habían aplicado. Aprendieron a cocinar, coser, lavar, planchar, arreglar su cuarto y otras que son útiles para la vida. La escuela tradicional nunca se preocupó de fomentar la autonomía de niños y adolescentes. Más de cien años, la educación presencial no dotó de herramientas para la vida. Hizo de la juventud, seres dependientes y heterónomos.
Mas de treinta años fueron organizados foros, seminarios, encuentros, simposios, diálogos acerca de cómo modernizar la educación. Y de la noche a la mañana, todos actores del sistema educativo fueron obligados a lanzarse a trabajar con las nuevas tecnologías de información y comunicación. No tuvieron tiempo para ser consultados.
Puesto que el principal escollo ha sido la falta de equipos y una interconexión óptima, subsidiar estos rubros, puede dar un alto valor agregado a la teleducación.
Luego de esto, el Estado ecuatoriano deberá pensar seriamente en la subvencionar la interconexión digital para alumnos y maestros. Estamos hablando de una gran inversión, donde la tasa interna de retorno puede superar cualquier inversión social. Me atrevo a pensar que por cada dólar invertido con el erario nacional puede recuperar $10 en el largo plazo.